Cómo consiguió salir el preso del terrible castillo de If


Subieron todavía cinco o seis escalones y a los pocos momentos advirtió Edmundo eme le cogían, uno por la cabeza y otro por los pies, y empezaban a balancearle.

-¡ A la una -dijo uno de los carceleros,- a las dos, a las tres!

En el mismo instante, sintióse Dantés lanzado al espacio, y, como el ave herida de muerte, caer con una rapidez que le heló la sangre en las venas. Por fui, con un choque terrible, penetró en el agua helada exhalando un grito agudísimo que fue sofocado en el momento de su inmersión debajo de las olas. Edmundo Dantés había sido arrojado al mar, a cuyos abismos era arrastrado por una bala de cañón de diez y seis kilos atada a sus pies. El cementerio del castillo de If era el mar.

A pesar de su aturdimiento y a punto de morir de asfixia, tuvo Dantés bastante presencia de ánimo para retener la respiración y hacer uso del cuchillo que tenía en la mano; rasgó rápidamente el saco, de arriba abajo, y sacó primero el brazo y luego todo el cuerpo. Pero, a pesar de todos sus esfuerzos para librase de la bala, sentía que ésta le arrastraba todavía hacia el fondo.

Inclinóse entonces y con un desesperado esfuerzo, cortó la cuerda que le ataba las piernas, cuando ya empezaba a ahogarse; un salto vigoroso le permitió salir a la superficie del mar, mientras la bala, arrastrando consigo el saco que debía servir de sudario, bajaba a los abismos.

Detúvose Dantés un instante para tomar aliento y sumergióse inmediatamente después para ocultarse a las miradas de los centinelas del fuerte; cuando volvió a la superficie estaba ya a cincuenta pasos del punto en que había sido arrojado.