El mayordomo que se creyó asesino


Acompañó Bertuccio a su amo por toda la casa, de habitación en habitación; y cuando bajaron por la escalera que conducía al jardín, el primero empezó a dar muestras de gran inquietud, pues Monte-Cristo parecía conocer todo lo que había ocurrido en aquella casa. Al preguntarle su amo si suponía que se hubiese enterrado algo al pie de un árbol, junto al cual le había conducido el mayordomo, Bertuccio tuvo, al fin, que confesar cuanto sabía, diciéndole que el abate Busoni era el único que conocía la historia de su crimen Villefort habíase negado astutamente a hacer justicia a Bertuccio muchos años antes, y había jurado vengarse de él. En efecto, siguióle un día hasta esta casa, y en este mismo jardín hirióle de muerte, en el momento en que Villefort se disponía a enterrar a un niño, todavía vivo. Criólo Bertuccio, dándole el nombre de Benedetto, pero creció con los instintos más perversos, y era actualmente un criminal proscripto.

Tras esta confesión, dijo Bertuccio a su amo que podía hacer de él cuanto quisiera; pero Monte-Cristo le tranquilizó, haciéndole saber que había dado el golpe en falso, puesto que Villefort aun vivía.