Cómo dos amantes quedaron unidos de la manera más singular, gracias a Monte-Cristo


En el preciso instante en que el joven parecía perder suavemente los sentidos, vio que Monte-Cristo abría una puerta que daba a otro salón; y en el umbral de éste, iluminado por vivísima luz, divisó a una hermosa joven que era el verdadero retrato de su amada Valentina. Aquello no era un sueño; y Morrel tampoco agonizaba. Era realmente Valentina, que cuando todos la creyeron muerta, no estaba sino sumida en un profundo sopor producido por la pastilla que el Conde le había administrado. Sacóla Monte-Cristo de la sepultura en que yacía, hízola revivir y durante los doce meses en que Morrel sufrió tan dura prueba, Valentina tuvo a Haidée por compañera. Al manifestársele al fiel amante la realidad de su recobrada ventura, Monte-Cristo se sintió recompensado por los valiosísimos servicios que había prestado a los dos amantes; y cuando supo que era amado de Haidée, tanto como Maximiliano lo era de Valentina, pareciólo a este hombre singular y admirable que la vida podía tener para él muchos más atractivos que el cumplimiento de su venganza.

A la mañana siguiente, Maximiliano y Valentina se reunieron; bajaron a la playa y entonces Jacopo, capitán del yate de Monte-Cristo, entrególes una carta que Morrel abrió y leyó. Decía así: " Querido Maximiliano:

" Hay una falúa anclada para vos: Jacopo os llevará a Liorna, donde el señor Noirtier espera a su nieta para bendecirla, antes de que os siga al altar. Todo cuanto hay en esta gruta, amigo mío, mi casa de los Campos Elíseos y mi castillo de Tréport son el regalo de boda que hace Edmundo Dantés al hijo de su antiguo patrón, Morrel. La señorita de Villefort me hará merced de aceptar la mitad del donativo, y a la vez la suplico que dé a los pobres de París ¡oda la fortuna que adquiera de su padre loco, y de su hermano fallecido en Septiembre último en compañía de su madre. Decid al ángel que va a velar por vuestra vida, Morrel, que niegue alguna vez por un hombre, que a ejemplo de Satanás, tuvo la osadía de creerse por un instante igual a Dios, y reconoce ahora, con toda la humildad de un cristiano, que el poder supremo y la sabiduría infinita sólo están en manos de la Providencia. Acaso sus oraciones endulcen el remordimiento que lleva en el fondo del corazón.

" En cuanto a vos, Morrel. he aquí el secreto de mi comportamiento con vos. No hay ventura ni desgracia en el mundo; hay tan sólo estados relativos de desgracia y ventura; y nada más.

" Sólo el que ha probado el extremo del infortunio puede sentir la felicidad suprema. Es preciso haber querido morir, Maximiliano, para saber cuan dulce es la vida.

"Vivid, pues, y sed dichosos, hijos queridos de mi corazón, y no olvidéis nunca que hasta el día en que Dios se digne alzar ante la mirada del hombre el velo que oculta lo porvenir, toda la sabiduría humana se encerrará en estas dos palabras : Confiar y esperar. a Vuestro amigo,

" Edmundo Dantés, Conde de Monte-Cristo. "