David encuentra un extraño cartel: "Cuidado con él. Muerde"


“La sala despide un olor raro y malsano, como de pana mohosa, aire pobre y libros rancios. No podría haber habido más tinta rociada por todas partes, si la sala hubiese carecido de techo y el cielo hubiese llovido, nevado, granizado y soplado tinta durante las cuatro estaciones del año.

“Habiéndome dejado solo el señor Mell, fui' poco a poco avanzando hasta el otro extremo de la sala, observándolo todo de paso. De pronto fui a dar con un rótulo de cartón, hermosamente escrito, que estaba puesto sobre el pupitre y llevaba estas palabras: “Cuidado con él. Muerde.”

“Salté inmediatamente sobre el pupitre temiendo no hubiera debajo, por lo menos, un terrible perro de presa, pero, por más que miré todo alrededor con ojos espantados, no logré descubrirlo. Ocupado estaba aún en escudriñar todos los rincones, cuando el señor Mell volvió y me preguntó qué hacía en aquel lugar.

“-Dispense usted, señor -le dije-; estoy buscando el perro.

“-¿Perro? -replicó él-; ¿qué perro?

“-'¿No hay, pues, un perro, señor?

“-¿Si hay un perro?

“-Sí, un perro con el que hay que tener cuidado, y que muerde.

“-No, Copperfield -dijo él con gravedad-, no se trata de un perro, sino de un muchacho. Las órdenes que tengo recibidas son de colocar este cartel en la espalda de usted. Siento verme en la precisión de empezar tratándolo a usted de este modo, pero me veo obligado a ello.

“En esto me hizo descender y me ató a la espalda, como una mochila, el cartel, que estaba bien preparado para tal fin, de suerte que, adondequiera que fuese, tenía el consuelo de llevarlo. Lo que me hizo padecer este cartel nadie puede imaginarlo.”