Coretti: un buen muchacho que piensa en todo, es estudioso y trabajador


Garrone era hijo de un maquinista. Siempre estaba comiendo y siempre de buen humor y dispuesto a dar o prestar cualquier cosa al que se la pidiera. El maestro lo miraba con expresión bondadosa y le ponía a menudo la mano sobre el hombro, acariciándole como podría hacerlo con un grande y noble toro. Carlos, otro de los muchachos mayores de la clase, no se parecía a Garrone, sino que tenía mucho orgullo, porque su padre era un rico caballero. Un día le dijo a uno de los pequeños: "Tu padre es un cargador de carbón". Por la tarde vino a la escuela el padre, a quejarse al maestro de que se despreciara a su hijo por su humilde origen. El padre de Carlos, que acertó a encontrarse allí con el del niño injuriado, lo oyó todo. Se enfadó mucho, y obligó a Carlos que pidiera perdón a su amiguito por la estupidez y malas palabras que le había dicho; después, el caballero estrechó cordialmente la mano del carbonero y pidió al maestro que, en lo sucesivo, sentara a los dos muchachos juntos.

Un domingo por la tarde paseaba yo por el Corso, cuando oí que alguien me llamaba por mi nombre. Era Coretti, uno de mis condiscípulos, que estaba descargando madera de una carreta y llevándola a la tienda de su padre. Me dijo que siempre, a pesar de aquel trabajo, estudiaba al mismo tiempo la lección en el libro que tenia abierto sobre la mesa. Entré con él en la tienda, que era una espaciosa habitación llena de astillas para el fuego. Después pasamos a la cocina y vi cómo, habiendo empezado a escribir la lección, le interrumpían a cada instante. Primeramente vino una mujer a comprar un haz de leña. Luego empezó a hervir el café sobre el fuego; Coretti lo retiró y se lo llevó a su madre, que no podía dejar el lecho. Le arregló las almohadas, encendió la lumbre del hogar, y dijo a su madre que no se inquietara, que él se encargaría de que estuviera a punto la comida. "Es un buen muchacho, roe dijo ella, en todo piensa". Luego terminó Coretti su lección, y se puso a aserrar madera, diciéndome: "Esto es mejor que la gimnasia". Pero otro carro cargado de madera se paró delante de la tienda. Coretti tuvo que salir para descargarlo. "Eres un muchacho de suerte, me dijo, tienes tiempo para pasearte por las calles". Pero yo creo que Coretti es el más feliz de los dos, porque trabaja con más ahínco que yo para la escuela y es mucho más útil a su padre y a su madre.