LA HISTORIA DEL ZORRO-VIBORA


(Leyenda araucana)

Esta leyenda es copia fiel de las traducciones literales de los originales araucanos publicados por Lehmann-Nitsche, y en las cuales se ha conservado ex profeso la pintoresca fraseología indígena, llena de ingenuos resabios primitivos.

“Dicen todos los indios que en el agua hay un dios y en los cerros también; en la travesía de un camino también que hay, dice la gente.

“E1 zorro-víbora (nutria) existe en el agua. Éste agarra gente en el agua. Tiene una cola con que agarra la gente. Pero cuando lo adoran no hace daño. Cuando lo adoran le dicen: “¡Padre, dueño del agua, por servicio, no nos haga mal a nosotros!” Le dicen: “Dueño del agua, por su milagro, que pasemos bien al otro lado de su agua”.

“Existe un Chofis (masa compuesta de trigo y agua que ha fermentado veinticuatro horas) con que lo adoran. Este chafis lo hacen en el talkal (bolsa hecha del cuero de una vaca, y que contiene hasta doce litros). Entonces va la gente, llevando en un plato el chafis. Con éste lo van a adorar. Entonces agarran un pequeño manojo de paja. Entonces por gotas sacan del plato con la paja algo del chafis, alzando la mano hacia el cielo. Entonces plantan muchas lanzas.

“Así lo adora la gente. Por eso no hace mal a la gente.

“Hay un lago en la tierra de la Cordillera. Hay muchos zorro-víboras en este lago. Cuando quiere pasar la gente, tiene que rogar a ellos. Entonces, una vez teníamos que pasar al otro lado, y rogaron a ellos nuestra gente. Entonces era cacique Keupú. Entonces por la mañana tempranito, fue un nombre a traer agua. Entonces vio al zorro-víbora, y fuimos todos a verlo. Estaba nadando en el agua cuando lo vimos. Es pequeño; el pecho y panza, blancos; la cola es larga. Con su cola, dicen que sabe manear los caballos en el agua, cuando agarra gente en el agua.

“Entonces apenas asomaba el sol, y fuimos a la orilla del lago a rogar a ellos. Entonces carneamos un toro pequeño, blanco. Echamos carne en el agua para que coma ese zorro-víbora. Cuando le ruegan le dicen: “¡Padre, dueño del agua, háganos el servicio de no hacernos mal, pecho blanco!” Así no hace daño. Cuando se burlan de él, entonces agarra gente. Por cualquier cosa que habla uno, que le ofenda, está bien embromado. Cuando lo quieren nombrar no le dicen zorro-víbora, sino dueño del agua y padre del agua.

“Nunca lo habían visto afuera del agua. Esa vez era la primera que lo vimos, cuando rogamos en ese lago. Los cristianos dicen que tenían deseos de verlo al zorro-víbora; él no se hizo ver nunca. Donde habitaban muchos de ellos (niirüfilu), cuando llegaban los cristianos se desaparecían. Parece que tuvieran miedo. Sólo a los indios les hacían mucho daño.

“Una vez dijo un hombre, cuando tenía que pasar el Limay: “¡Padre, dueño del agua, por favor, no me haga daño!” Entonces el otro hombre se llamó Salva. Tenía muchos caballos. “¡Qué diablo! ¿Dónde existe este dueño del agua que usted está rogando?, dijo y se rió. Entonces dijo el otro hombre: ¿Cómo dónde existe el dueño del agua, amigo? ¡El dueño del agua, pues! Usted sabe que en todos los ríos existen dueños del agua, amigo”, dijo este hombre. “¡Qué dueño del agua va a existir, amigo”, dijo este hombre llamado Salva. Y se largó en el paso, arreando su gran tropilla de caballos. En medio del agua se le desapareció la tropilla. Fue suficiente esto; no aparecieron más. Se le ahogaron todos los caballos de él. Casi se murió él. Porque se murieron los caballos, él se escapó.

“Ahí tienen ustedes lo que hace este zorro-víbora. Pero no hace daño a nosotros cuando rogamos a ellos.”


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