De qué manera se originan las cuatro estaciones del año


Hemos visto hasta aquí las variaciones del clima general de la Tierra, pero ahora preguntamos: ¿por qué existen las estaciones?, ¿permanecerán ellas siempre constantes o estarán también sujetas a variaciones? Para poder comprender estas interesantes cuestiones tenemos que saber cuál es la causa que impide que la Tierra tenga una temperatura uniforme.

La causa es de origen solar, pues la cantidad de calor recibida por medio de los rayos solares en una determinada zona de la Tierra depende de la inclinación con que inciden dichos rayos sobre su superficie. Cuando la luz llega perpendicularmente al suelo, la cantidad de calor que a éste le entrega es máxima. De aquí el que existan las estaciones; por eso cuando estamos en los meses de verano, los rayos del Sol tienen, con respecto a la superficie de la región en que nos hallamos, una posición más próxima a la vertical que en los meses de invierno. Bueno, pero es cuestión de preguntarse: ¿por qué los rayos solares no nos llegan todo el año con la misma inclinación? Esto es debido al hecho de que el eje de rotación de la Tierra tiene una cierta inclinación con respecto al plano de la órbita en que ella gira. Si dicho eje fuese perpendicular al plano de la órbita, entonces no existirían las estaciones y se tendría una temperatura uniforme durante todo el año, determinada por la latitud. Pero la inclinación del eje de rotación terrestre impide que tal cosa suceda. Para comprender esta cuestión con mayores detalles observemos los grabados que acompañan estos artículos. En ellos vemos, como efectivamente sucede, que la Tierra recorre una órbita elíptica, manteniendo siempre igualmente inclinado el eje de rotación. Esto hace que durante cierta parte del recorrido el hemisferio norte se encuentre en posición tal que se vea favorecida la incidencia vertical de los rayos solares. Por lo tanto, en dicho hemisferio tendrán lugar los meses de verano, mientras que en el hemisferio sur estarán transcurriendo los meses que corresponden al invierno.

Seis meses después, cuando la Tierra está recorriendo la parte opuesta de la órbita, que en la figura aparece en forma punteada, ocurre exactamente lo contrario, o sea que el hemisferio sur se halla en posición tal que se ve favorecido por la incidencia casi vertical de los rayos solares. Por lo tanto en dicho hemisferio tendrán lugar los meses de verano, mientras que en el hemisferio norte se estarán soportando los rigores del invierno. Vemos, pues, que si los hombres pudiesen modificar la inclinación del eje de rotación de la Tierra de manera que formase un ángulo de 90 grados con respecto al plano en el cual ella gira, entonces desaparecería la diferencia que actualmente existe entre el verano y el invierno. ¿Y la Tierra mantendrá siempre constante la inclinación de su eje? Parecería que en este Universo nada se mantiene fijo. Efectivamente, el eje de rotación de la Tierra también modifica lentamente su inclinación, aumentándola o disminuyéndola con un período de 40.000 años. Esta variación hace que se altere la diferencia de temperatura entre el invierno y el verano, o, en otras palabras, la cantidad de calor recibida por la Tierra de la irradiación solar está expuesta a variaciones a través del tiempo. Hay muchos otros factores que a su vez pueden contribuir para que dichas variaciones se hagan mayores o menores.

Pues bien, si el pasado es el índice del futuro, el cielo decidirá la suerte de innumerables especies. Los seres agraciados con la vida, sean animales o vegetales, ascienden o descienden por los meridianos terrestres, según reine más o menos calor. Durante las críticas edades glaciales, los animales de instinto más poderoso se salvaron al permanecer en las zonas cálidas. Sólo el hombre, y su inseparable compañero, el perro, se aventuraron a correr las peripecias de una existencia arriesgada en medio de las regiones polares, que representan una décima parte del suelo de nuestro planeta.

Sabemos que en el futuro el clima de la Tierra se irá haciendo cada vez más cálido, y que, según los cálculos tal crecimiento continuará 20.000 años más, pero nuestras previsiones están hechas sobre la base de los acontecimientos del pasado; sin embargo hay algo que no podemos ignorar: la intervención del hombre en la Naturaleza, el cual maneja cada día más sus poderosas fuerzas. De cómo lo haga en el futuro depende su destino.