Lo que antiguamente se creía acerca de la naturaleza del Sol


Fácilmente podemos ver que el Sol hace lo mismo, puesto que recorre el propio trayecto todos los días. A una hora dada, por la mañana, vérnosle en el Oriente; viaja por el cielo, y luego desaparece de nuestra vista en Occidente. Solían creer los hombres de entonces que el gran fuego que alimentaba al Sol se apagaba todas las noches en los mares de Occidente, y que después, por algún medio misterioso, pasaba por debajo del mundo y volvía a encenderse, apareciendo de nuevo a la mañana siguiente en Oriente, para comenzar otra vez su carrera. Hiciese lo que hiciese el Sol durante la noche, por lo menos era indudable que hacía, al levantarse por la mañana, lo que le vemos hacer: viajar por el cielo y ponerse en el lado opuesto a aquél en que primeramente lo habíamos visto salir. La noción de que la propia Tierra se moviese, parecía un desatino tan grande que todo el mundo se reía ante la sola enunciación de tal idea.

Pero al fin se concibió la idea de que, a pesar de lo que se creía, la Tierra no era plana. Algunos osados atreviéronse a declarar que no era más que una bola muy grande, en cuya superficie vivíamos nosotros, pero la mayoría de la gente se mofó de semejante concepción.

-Si es una bola grande -decían- podremos andar alrededor de ella y regresar al punto de partida.