El principio de la historia de la tierra, nuestro planeta


Acabamos de elevar nuestra mirada a las alturas celestes y de bajarla a las profundidades oceánicas. Ahora comenzaremos la narración de la historia de la Tierra, y la comenzaremos desde su verdadero principio. Mas, así como cuando uno presencia cualquier suceso es fácil narrar exactamente lo que ha pasado, desde el comienzo hasta el fin, es una cosa bien distinta cuando uno llega casi al final, como quien dice, y tiene que deducir lo que ha sucedido valiéndose, para ello, de lo que ha visto y observado desde el momento en que llegó al lugar de la ocurrencia. Todos hemos leído esas ingeniosas historias de detectives habilísimos, quienes -luego de perpetrarse un delito, por ejemplo el robo de una caja de caudales- se personan en la escena del hecho, toman nota de cuanto ven, examinan las herramientas que han dejado los ladrones, las impresiones digitales, o huellas de los dedos, marcadas en la caja, y así, ayudados por su ingenio y, a veces, por su buena fortuna, descubren finalmente cómo se ha cometido el delito, aunque nadie haya visto operar en el terreno a los delincuentes.

Pues bien, esto es cabalmente lo que tenemos que hacer al relatar la historia de la Tierra, si la queremos narrar bien; y, por lo tanto, procederemos del mismo modo que si hubiésemos de relatar la historia de un detective. El autor de esta clase de narraciones comienza por decir cuál fue el primer pensamiento de su héroe al verse en la escena del crimen y cómo de la observación de un detalle pasó al descubrimiento de otro; y así, poco a poco, descubre toda la trama, con tanta exactitud como si hubiese estado mirando por una ventana mientras los criminales perpetraban su obra.