Son notables las características que presentan las enanas blancas


Es sabido que los astrónomos emplean las estrellas para regular el funcionamiento de los exactos relojes astronómicos. Debido a su gran brillo, la estrella Sirio fue empleada con preferencia; pero cuando los relojes adquirieron una gran exactitud, los astrónomos comprobaron que la estrella Sirio, como reloj cósmico, acusaba fallas; a veces adelantaba y otras veces atrasaba. En el año 1844, el matemático y astrónomo alemán Bessel, a quien preocupaba hondamente este problema, pensó que cerca de Sirio debía de existir algún cuerpo extraño, con una masa suficientemente grande como para desplazar constantemente a Sirio de su punto de equilibrio. Ese astro debía ser poco luminoso, ya que no era visible. Esta hipótesis de la estrella compañera de Sirio fue considerada fantástica hasta que, en 1862, Alvan Clark, con un nuevo telescopio, pudo ver el misterioso cuerpo previsto por Bessel. Debido a su muy escaso brillo se consideró a esta estrella de muy pequeña luminosidad. Pero cuando se impuso completamente la teoría de los espectros estelares, se llegó a la conclusión de que la compañera de Sirio debía tener muy alta temperatura, y por consiguiente, muy elevado brillo con respecto a la superficie. Si en conjunto era muy poco luminosa, se debía a que su superficie era pequeña, aunque cada trozo de superficie brillara intensamente. Por una parte, esta misteriosa estrella parecía sumamente pequeña; por otra, parecía de enorme masa a causa de la gran influencia ejercida sobre Sirio. Luego la densidad debía de ser muy alta, y así lo probó el cálculo que asignó a la compañera de Sirio una densidad 60.000 veces superior a la del agua. Quiere decir que un centímetro cúbico de la materia que forma esa estrella ¡debe pesar nada menos que 60 kilogramos! ¿cómo se conciben semejantes densidades? Este otro misterio se aclara en cuanto se conoce la estructura de los átomos.

Es sabido que todo átomo está constituido por un núcleo en torno del cual, a distancias relativamente grandes, giran los electrones. Esos electrones constituyen una especie de coraza impenetrable que, de hecho, es el límite de cada átomo. Entre esta coraza electrónica y el núcleo existe el vacío, no hay materia.

Se ha podido determinar teóricamente que muy altas temperaturas y presiones destruyen la corteza electrónica del núcleo, con lo que el único espacio que queda ocupado ahora es el volumen del núcleo y de los electrones sueltos. Los electrones, así triturados por las gigantescas presiones, tienen la misma masa que antes pero ínfimo volumen, con lo que se alcanza densidades fabulosas, como las que se hallan en la compañera de Sirio y en estrellas análogas.