Ingeniosa manera de ahorrar que encontró el despierto muchacho


Nada habría podido causar mayor satisfacción que esta promesa al joven Edison, porque sentía una verdadera fascinación por la electricidad y sus maravillosas aplicaciones. No hacía mucho que se hallaba aprendiendo, cuando desapareció de improviso y no volvió a la estación por dos o tres días. Pero cuando regresó, trajo consigo un modelo perfecto de todos los aparatos usados en telegrafía. Había estado en un taller haciendo los modelos él mismo, y tan bien le salieron, que los instaló de manera conveniente; tendió un alambre a lo largo de una cerca, conectó la estación con la ciudad, y utilizó su improvisada línea para cursar telegramas a veinticinco centavos cada uno. En el transcurso de un mes transmitió tres telegramas, y entonces tuvo que desbaratar la instalación, pues obtuvo la plaza de telegrafista en Strafford, en la frontera del Canadá. Con sólo tres meses de aprendizaje, era ya un operador consumado.

Edison tenía que trabajar allí de noche y, para demostrar que estaba despierto y vigilante, tenía la obligación de telegrafiar cada media hora una señal convenida a la estación inmediata. Pero como el joven encontraba con frecuencia trabajo más productivo que el estar contemplando, mano sobre mano, los instrumentos, producíale gran contrariedad el tener que enviar cada media hora la expresada contraseña, y el deseo de evitarse esta molestia llevóle a su primer invento en materia de telegrafía. Construyó una rueda especial y la conectó al mecanismo de un reloj, el cual la hacía girar como a sus otras ruedas; pero cada media hora entraba en funciones una muesca de esta rueda supletoria, cerrando el circuito eléctrico y enviando la señal consabida a la estación inmediata. En principio fue sólo una pueril estratagema de un muchacho despejado para evitarse una pequeña molestia; pero cuando se descubrió la treta, fue adoptada como un descubrimiento importante y utilísimo en la telegrafía.