El momento más crítico de la vida de Edison


Todo fue a pedir de boca, hasta que, cierto día, una gran sacudida del tren volcó algunos de los recipientes que contenían sus sustancias químicas y prendió fuego al furgón. Esto concluyó con la paciencia del conductor, y en la primera parada cogió al joven por el cogote y lo puso en el andén, juntamente con todas sus drogas y cacharros. Pero no era Edison persona capaz de doblegarse ante las adversidades del destino. No tardó en ser admitido de nuevo por la empresa del ferrocarril, donde le esperaba una aventura singular.

Era Edison un muchacho muy amable, y los niños se encariñaban con él fácilmente. Uno de los preferidos del futuro gran inventor era un hijo pequeñito del jefe de la estación de Mount Clemens, Michigan. Cierto día, mientras Edison permanecía en la estación esperando unos nuevos coches que debían agregarse al tren, el niño atravesóse en la vía sin ser visto por nadie. Venía ya descendiendo por ella uno de los coches que habían de ser unidos a los otros, y estaba a punto de arrollar al pequeñuelo, cuando Edison vio el peligro. Saltó a la vía, cogió al niño y logró escapar con él, tan a tiempo, que una de las ruedas llegó a herirlo en un pie. El agradecido padre, no teniendo medios para recompensar pecuniariamente a Edison, se ofreció a enseñarle telegrafía.