El incesante viajar llenó de ideas nuevas su cerebro


El fuego de su genio y talento no se avenía con la monótona tarea de asistir diariamente a una oficina, para permanecer en ella un número fijo y siempre crecido de horas. Por eso fue pasando por diversos empleos, aprendiendo acá y allá, y aprovechándose a menudo de imprevistas ocasiones y extrañas circunstancias para poner sus nuevas ideas en práctica. Gastaba todo su dinero en libros, en productos químicos y en instrumentos. Era incansable, y a veces se trasladaba a pie de unos lugares a otros, y así le ocurrió llegar a sus nuevos destinos con el aspecto de un vagabundo y sin un centavo en el bolsillo. Pero entretanto adquiría experiencia y en la lectura aprendía y formaba su cerebro para la gran obra que estaba destinado a realizar. Obtuvo patente de invención de una máquina para registrar votos, e inmediatamente después ideó una máquina teleimpresora, que enviaba un telegrama y lo imprimía al mismo tiempo.

Fue éste un invento muy importante para los banqueros y bolsistas, y constituyó el punto culminante de la carrera de Edison; porque, en lo sucesivo, en vez de trabajar dependiendo de otros, empezó a negociar con una sociedad de ingenieros electricistas. Pero tampoco servía para ser socio de nadie un hombre de su genio y energía, y no tardó en separarse de sus compañeros y emprender él solo un negocio. De la pobreza, que le expuso con frecuencia a morir de inanición, pasó a una posición desahogada gracias a un cheque de 40.000 dólares que recibió en pago de su máquina de imprimir, eléctrica, y uno o dos pequeños inventos más.

Éste fue, sin duda alguna, el germen de su idea de enviar largos mensajes a grandes distancias por telégrafo, y de hacer que el transmisor registrase en el papel, no sólo los puntos y rayas del alfabeto Morse, sino las palabras mismas. Siguió haciendo profundos estudios en materia de telegrafía. El resultado más importante que obtuvo fue el poder transmitir más de un mensaje a la vez por un mismo alambre. Contaba sólo veintidós años de edad cuando introdujo la primera mejora en este sentido, que permitía a dos manipuladores transmitir dos mensajes a la vez por un mismo alambre, y la experiencia le enseñó despues a enviar cuatro mensajes a un tiempo a través de un solo alambre, y, más adelante, seis. La razón se resiste a creer esto; pero los constantes experimentos de Edison acerca de la electricidad le enseñaron que un alambre puede transmitir más de un mensaje a la vez, con tal que procedamos para ello en forma conveniente. Podemos colocar tres operadores, con sus tres aparatos, en una extremidad del alambre, y otros tres, también con sus tres aparatos, en la opuesta, y los seis pueden telegrafiar simultáneamente por el mismo alambre. Estriba el secreto en que cada uno de estos operadores envía corrientes de diversa frecuencia y seis corrientes de diversa frecuencia pueden caminar simultáneamente por un mismo alambre sin destruirse las unas a las otras. Se supone que esta invención ha ahorrado a las naciones muchos millones de pesos en instalación de líneas telegráficas.

Vino después el teléfono. A decir verdad, no fue éste inventado por Edison, sino por un escocés llamado Alejandro Graham Bell, aunque justo es consignar que el mismo día que éste registró el derecho de propiedad de su teléfono, registró también Elíseo Grey otro de su propia invención. Empero, el teléfono Bell no habría sido nunca un éxito comercial de no mediar la ayuda de Edison. El transmisor era prácticamente inservible. Edison puso manos a la obra e ideó un nuevo transmisor, con el que todos nos hallamos familiarizados al presente, y por el cual le ofrecieron cien mil dólares.

-Perfectamente -dijo al aceptar esta oferta-; pero no me los paguéis de una vez. Pagadme 6.000 dólares anuales por espacio de diez y siete años, a partir de este momento.

El trato fue aceptado y he aquí al genial inventor disponiendo, por primera vez en su vida, de una renta asegurada durante un período no demasiado corto de años. Sabía muy bien que, si le abonaban de una sola vez aquella crecida suma, no tardaría en gastarla en sus experimentos. Otros dos inventos relativos al teléfono produjéronle 250.000 dólares más, e hicieron famoso su nombre en cuantos lugares del globo se utiliza este inapreciable aparato. Siguiéronse después muchos otros inventos, relacionados todos ellos con la telefonía, y pronto, sólo en Estados Unidos de América, hubo 140.000 personas empleadas en las diversas industrias derivadas de este aparato.