Aníbal decide comenzar por su cuenta y riesgo la guerra contra Roma


Como el Senado cartaginés respondió con una negativa rotunda a la propuesta en que Aníbal solicitaba la iniciación de hostilidades contra Roma, el jefe único decidió forzar el curso de los acontecimientos, y amenazó a la ciudad de Sagunto, aliada de Roma. Los saguntinos se quejaron a ésta, y el Senado romano envió veedores que entrevistaron a Aníbal. Éste los recibió con rudeza pero sin insulto, y de las conferencias surgió una especie de statu quo: los romanos no querían la guerra, y Aníbal necesitaba dar tiempo al tiempo para lograr que Cartago se inclinase a aceptar sus planes. Con este objeto, anunció poco después al Senado cartaginés que atacaría a Sagunto por vía de represalia en vista de las ofensas de los saguntinos contra los pueblos torboletas colocados bajo tutela púnica. Sin aguardar respuesta, dio comienzo a las operaciones de sitio de la referida plaza en la primavera del año 218 a. de J. C. Ello equivalía a declarar la guerra a Roma; y, sin embargo, durante los ocho meses en que la ciudad sitiada resistió antes de caer en manos de Aníbal, no se percibieron ni en el horizonte un soldado ni en el mar una nave romanos. La inactividad de la poderosa ciudad latina acabó por decidir a Cartago, y ésta se embarcó en la aventura guerrera, sobre todo cuando las riquezas de la ciudad mártir desfilaron por las calles de la metrópoli africana y se depositaron en el tesoro nacional, excitando la codicia. Cartago despidió a los embajadores romanos, y la guerra fue ya un hecho.