“¡MORIRÉ DIGNO DE MI PADRE!”


El rey Carlos I de Inglaterra y el Parlamento se hacían una guerra sin cuartel. Derrotadas las fuerzas realistas, muchos oficiales y nobles, fieles al monarca, buscaron refugio en la ciudad de Colchester, cuyo gobernador era lord Capel. Corría el año 1648. El ejército del Parlamento, mandado por lord Fairfax, cercó la plaza inmediatamente.

La ciudad sitiada de Colchester se hizo memorable por la abnegación y el heroísmo de los defensores en la resistencia, en medio de una escasez terriblemente espantosa.

Fairfax rugía de impotencia. Quería entrar a cualquier precio y soñaba con atraer al partido del Parlamento al gobernador Capel, hombre virtuoso e ilustre de la época. ¿Cómo hacerlo? Porque se sabía que Capel moriría antes que faltar a la fidelidad. Entonces imaginó un plan diabólico para vencer su resistencia.

Lord Capel tenía un hijo de 16 años internado en un colegio cercano a Londres. Fairfax se apoderó de él en secreto y luego invitó a lord Capel a una conferencia que se realizaría en una tienda de campaña situada a igual distancia de ambos bandos, para lo cual quedó concertada una tregua de sólo un día.

¿Qué objeto tendrá esta revista? se preguntaba Capel. Su rival habló:

-En nombre del Parlamento os ofrezco las más altas dignidades y recompensas si dejáis la causa perdida del rey y entregáis a Colchester...

-No es solamente por mi juramento, sino también por mi honor, por lo que hasta el último suspiro pelearé por mi Dios y por mi rey-. Y Capel se puso de pie para retirarse. Fairfax le contestó lleno de cólera y desafío:

-¡Esperad!, que no lo habéis oído todo. Si yo no puedo convenceros, haré que hable alguien que debe de tener más poder que yo sobre vos. ¡Traed a ese muchacho!

Varios soldados llevaron a la tienda al hijo de lord Capel. Uno de ellos apoyaba sobre el pecho del joven la hoja de un puñal.

-¡Hablad a vuestro padre! ¡Decidle que me entregue ahora mismo la ciudad, que si no lo hace, juro que moriréis ante su mirada!

Padre e hijo no se habían visto desde hacía dos años. Se miraron con doloroso e intenso cariño. No los dejaron abrazarse ni siquiera manifestarse sus sentimientos.

-¡Bárbaro! ¿Qué os ha hecho este niño? ¿Con qué derecho amenazáis su tierna vida... ?

El niño, comprendiendo la tremenda situación y dándose cuenta de la enorme responsabilidad de su padre querido, exclamó:

-¡Padre mío...!, este hombre no me arrancará ni una palabra en contra de las ideas que me habéis inspirado. ..; que me mate si quiere. ¡Pero moriré digno de mi padre!

Ante ese desafío temerario, Fairfax temblaba de furor. Y Capel, transfigurado de orgullo por la dignidad de su muchacho y de desesperación por su posible muerte, le habló así:

-¡Ay, hijo mío! Bien sabes lo que te amo; pero si por salvarte hiciera traición a Dios, a mi rey y a mi juramento, me deshonraría y te deshonraría a tí mismo. Tu vida está en manos de ese hombre, pero si tan joven tienes el honor de morir por tu rey, no dudes que serás digno de admiración. .. ¡Adiós! Y cambiando con su hijo la última mirada que hablaba por su aciago dolor, salió de la tienda y regresó a la ciudad.

Los oficiales testigos de esta escena, ante lo sublime del sacrificio, tenían los ojos cuajados de lágrimas. Uno de los oficiales de Fairfax exclamó:

-General, no cometeréis una acción tan cruel. Toda Inglaterra os maldeciría por ello.

Fairfax, que había estado a punto de dar la orden, temió la execración de la posteridad, y tuvo al niño prisionero, para devolverlo tiempo después a su madre. Colchester se rindió, cuando sus defensores, devorados por el hambre, no pudieron sostener ni el peso de sus armas. El Parlamento inglés condenó a muerte a lord Capel y a los jefes principales de la guarnición. Pero el ejemplo de abnegación del padre, y de heroica dignidad del hijo, manifiestan que es mejor una muerte honrosa que una vida maculada en el oprobio.


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