LA DONCELLA QUE SALVÓ A PARÍS


Hacia el año 424 de la era cristiana nacía, en una aldehuela llamada Nanterre, distante de París poco más de media legua, una niña destinada a realizar grandes hechos.

Vivía Genoveva en el tiempo en que, después de haber sido civilizados por los romanos, sus compatriotas, los galos, habían abrazado el cristianismo. Siete años contaba cuando fue bautizada, y queríanla todos por su apacible carácter. Guardaba los ganados de su padre, cuando iban a pacer en los bosques a la sombra de los grandes árboles.

Muertos sus padres, fuese la huerfanita a vivir con su abuela, a cuyo lado creció fuerte, sana y robusta, y se dio a conocer por la piedad, la abnegación y el amor con que atendía a los pobres, olvidándose de sí misma. Y así pasó el tiempo, hasta que la niña se convirtió en mujer.

La tranquila vida de la aldea se vio turbada por el espanto y el horror, cuando se supo que Atila, llamado el .Azote de Dios, había pasado el Rin con sus hordas de salvajes hunos y marchaba sobre París, destruyendo las ciudades que encontraba al paso.

El pueblo huyó aterrado llevándose sus más preciados bienes, pero Genoveva se situó en el puente del Sena y exhortó a todos a regresar para entregarse al rezo, al arrepentimiento y a la defensa de sus hogares. En aquel momento llególe a Genoveva un presente del buen obispo Germano, y recordando la gente en cuánta estimación la tenía, desechó su terror y se dejó guiar para volver a sus casas, rezar y prepararse para la defensa. La plegaria fue oída, en cuanto quedó advertido el peligro. Atila quedó derrotado en los Campos Cataláunicos (Chálons).

Pocos años después, veíase de nuevo amenazado París por la invasión de los francos, que llegaban desde el Nordeste. Siguieron éstos por el valle del Sena y sitiaron las murallas de París, construidas por los romanos. ¿Serían bastante fuertes para la defensa, o habrían de salir a campo raso los ciudadanos al encuentro de aquel enemigo cruel y sediento de matanza?

En esta crisis fue cuando Genoveva demostró el extremado valor que poseía. Viendo que no había ningún bravo que se aventurase a salir de las murallas en busca de víveres para las mujeres y los niños, que se hallaban faltos de provisiones, se embarcó en una lancha, y, dejándose ir río abajo, pasó por detrás del campamento de los francos, que habían saltado a tierra en lugar seguro. Fue de ciudad en ciudad implorando a las gentes para que enviasen socorros a París, y por fin regresó a la capital con un convoy de lanchas, cargadas de provisiones. Los francos, al ver aquello, consideraron sagrada su persona, y le dejaron libre el paso. En cierta ocasión, Chilperico, rey de los francos, aprovechando una ausencia de Genoveva, se apoderó de la ciudad, pero temía el poder de la joven, y así, al saber su regreso, dio orden de cerrar las murallas. Sabiendo a la sazón la valerosa pastora que habían sido condenados a muerte algunos ciudadanos, se trazó su plan; entró, sin ser reconocida, por una puerta de París, y se encaminó al lugar de las fortificaciones donde Chilperico y sus bravos francos se hallaban entregados a una orgía.

La escena que se siguió hubo de conmover todos los corazones y puso de relieve el valor de aquella alma nobilísima. La brava pastora se hizo esclava de su deber, que. a su juicio, era implorar la clemencia de Chilperico moviéndole a respetar la vida de los inermes ciudadanos. El jefe franco tembló ante su presencia, satisfizo su petición, puso en libertad a los prisioneros y perdonó a París.

Genoveva vivió muy honrada por el pueblo, hasta avanzada edad, y consagró sus días a obras de misericordia y piedad. Falleció en 512, después de haber visto abrazar el cristianismo a Clodoveo, hijo de Chilperico, y de fundar la catedral de Nuestra Señora de París. Los parisienses, que la adoran, la tienen por protectora, y llaman a Genoveva la santa patrona de la ciudad.