EL PADRE DE LOS POBRES


Entre los grandes modelos de caridad y abnegación que nos presenta la Historia, merece ocupar un lugar preeminente don Francisco Antonio Maciel, descendiente de unos emigrantes de Canarias, de los primeros colonizadores de Montevideo, donde nació en 1757, y llegó a ser uno de sus hijos más ilustres, a la vez que gran patriota y eminente filántropo. Personalmente llevaba limosnas a los necesitados y todos los sábados las repartía también a las puertas de su almacén.

Hubo un momento en que se sintió la imperiosa necesidad de un hospital; y como el Cabildo no podía construirlo, Maciel cedió su propia casa para tan benéfico fin. Posteriormente, en vista de que el nuevo establecimiento no bastaba, edificó unas casitas de madera, donde pudieran ser recogidos y cuidados los demás enfermos; y, no satisfecho aún, regaló, para propiedad de la primera fundación, un solar suyo, destinado a jardín o lugar de recreo para los convalecientes. Creó la institución caritativa llamada Hermandad de Caridad y socorrió siempre a las familias de los que perecían en el mar, amparando y ayudando a la vez a un pobre pescador que se dedicaba a salvar náufragos en las costas de Montevideo.

El Padre de los pobres, como era llamado, nunca cesó de hacer el bien, practicando la caridad, y hasta construyó a sus expensas una capilla que aún se conserva hoy día. El fundador de esa obra, que lleva el nombre de Capilla de la Caridad, no pudo verla concluida, porque durante las invasiones de los ingleses, en 1806 y 1807, Maciel fue uno de los primeros en aprestarse a rechazarlos, y murió gloriosamente en defensa de su patria.