INFANTIL INTREPIDEZ


Corría el año 1798. Un buque francés, La Tribuna, sorprendido por horrorosa tormenta, zozobró a la altura de Halifax (Nueva Escocia) ; y unos cuantos hombres de la tripulación lograron trepar a las jarcias, donde pasaron toda la noche sin que la gente de la costa acudiera en su auxilio.

Al amanecer, los infelices marineros, casi extenuados por la tremenda lucha, resistían aún al embravecido oleaje que impedía llegar cualquier socorro desde tierra, porque los más decididos no se atrevían a lanzarse contra las hirvientes olas para salvar las vidas de los náufragos.

Cuando la angustia y la desesperación iban adueñándose del espíritu de los tripulantes del barco perdido, un mozalbete, un niño de trece años -cuyo nombre, por desgracia, no ha pasado a la historia- escribió una hermosa página de valor asombroso y de heroísmo sublime.

Este muchacho, que había pasado horas enteras admirando la lucha tenaz de los náufragos con el mar y presenciando la indecisión de los hombres de tierra para lanzarse al salvamento, saltó sobre una débil barquilla y, bogando con todas sus fuerzas, hizo rumbo hacia la desmantelada nave, a cuyo costado pudo llegar para recoger a dos de los desfallecidos tripulantes.

Depositado en tierra el botín de su bravura, lanzóse de nuevo sobre las olas, pero el ímpetu de éstas y la fuerza del viento hicieron fracasar su nueva tentativa, y el joven fue arrojado desfallecido sobre la arena de la playa. Los hombres de la costa, avergonzados por el ejemplo del bravo mozalbete, tripularon sus lanchas y tras penosos esfuerzos lograron llevar a tierra a los náufragos refugiados en la arboladura del buque.

El valiente esfuerzo del rapaz había dado el fruto apetecido.


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