EL VALOR DE UN JOVEN ROMANO


Detenida la marcha del ejército etrusco en el puente sobre el Tíber, que con tanto denuedo defendió el valiente Horacio, el rey Porsena, fracasado en su intento de tomar a Roma, acampó a orillas del mencionado río en espera de momento oportuno para realizar sus planes.

Vivía entonces en la ciudad de los Césares un noble joven llamado Cayo Mucio, quien, impresionado por el hambre y la miseria que asolaban a Roma, tramó secreto complot con otros jóvenes de su linaje, para librar a su patria del yugo de los invasores. Sin más armas que una daga, encaminóse al campamento del rey Por-sena dispuesto a sacrificar su vida a cambio de la existencia del rey de los etruscos.

Mas al llegar a la plaza del campamento, donde Porsena acostumbraba a administrar justicia, vio cómo los soldados recibían sus sueldos de manos de un hombre que él tomó por el rey de los etruscos. Mucio, con la serenidad de un héroe, llegóse a él y hundió su cuchillo en el pecho del presunto monarca; pero el golpe cayó sobre el secretario de éste. Los soldados se apoderaron de Mucio y lo arrastraron hasta donde estaba Porsena, quien, iracundo, ordenó fuera quemado si no confesaba al momento quiénes eran sus cómplices en el complot fraguado.

Mucio irguióse gallardamente, negándose a descubrir a sus camaradas, y, encarándose con Porsena, le dijo:

-Para que veas cuan poco me intimida el tormento, mira lo que es capaz de hacer un hombre antes que delatar a sus camaradas.

Y tendiendo su diestra sobre un brasero que cerca de allí ardía, la mantuvo en el fuego sin hacer el menor gesto de dolor.

El rey Porsena, asombrado a vista de tanta fortaleza y admirando el patriotismo de Mucio, hízole poner en libertad, dejándole salir del campo etrusco.

-Eres un valiente -díjole antes de partir-, puesto que te has mutilado para toda tu vida.

Mucio, conmovido por la clemente generosidad del monarca, declaró a Porsena que trescientos jóvenes romanos se habían juramentado para matarlo, cabiéndole a él la suerte de poner el fallo en práctica.

El joven romano quedó libre, pero siempre llevó el nombre de Escéuora, que quiere decir zurdo, porque su mano derecha quedó inutilizada para toda la vida.


Pagina anterior: INFANTIL INTREPIDEZ
Pagina siguiente: LEMPIRA