COMO PERDONABA RICARDO CORAZÓN DE LEÓN


Ricardo Corazón de León, rey de Inglaterra, era famoso por su bravura en las batallas, su indómito valor y su devoción a la causa de las Cruzadas, pero demostró que su clara inteligencia y su grandeza de alma corrían parejas con su energía física. Perdonaba siempre al enemigo y se mostraba generosísimo con él.

Su hermano Juan se aprovechó de su ausencia para injuriar a Ricardo y usurparle el trono, pero bastó que su madre intercediera por Juan sin Tierra para que lo perdonara. Franco, rumboso, era adorado por sus soldados y conquistó la caballerosa estimación de su enemigo: Saladino.

La tendencia de Ricardo Corazón de León a perdonar, aparece más clara que en ningún otro acto de su vida en el trato que dio a un rebelde que le había inferido una herida mortal. Vidomar, vizconde de Limoges, había hallado un tesoro en sus tierras, pero no quiso cederle a Ricardo la parte que, en calidad de señor natural suyo, le reclamaba. El rey lo sitió en el castillo do Chaluz, residencia de su vasallo, y un día que daba la vuelta a las murallas para ver qué sitio sería más favorable para abrir brecha, Bertrán de Gurdum reconoció desde el adarve a Ricardo y le disparó una flecha que fue a darle en el hombro. La herida era leve pero fue mal curada y se convirtió en mortal. Cayó el castillo en poder de las tropas de Ricardo, y Bertrán de Gurdum fue preso y conducido a presencia del rey.

¡Desgraciado! -exclamó éste desde el lecho-. ¿Qué te he hecho yo para que así atentaras contra mi vida?

-Con vuestra mano matasteis a mi padre y a mis dos hermanos -replicó su asesino-. Ya me he vengado. Ahora soportaré los más horribles tormentos a que podáis someterme, los mayores males que haya en el mundo, contento de haberos dado muerte.

Ricardo no se ofendió con las palabras del joven, y repuso con bondad:

-Te perdono. -Volviéndose entonces a sus servidores, como indica nuestro grabado, exclamó-: Quitadle las cadenas y entregadle cien chelines.

Pero el joven se resistió y pidió que le devolvieran la espada, rehusando aceptar la clemencia del rey.

-Dejadle que viva por mi generosidad -murmuró el agonizante rey.

Pero Gurdum no recobró la libertad, pues los servidores de Ricardo no tuvieron piedad de él, y poco después le dieron muerte.