LOS CONSEJOS DE ESCULAPIO


Con este nombre se conocen las reflexiones hechas por un antiguo galeno a un joven que aspiraba a serlo. Hoy, después de veinticinco siglos, constituyen para los médicos lo que la Biblia para los cristianos, lo que el Corán para los mahometanos o lo que un himno épico para los antiguos espartanos.

No se sabe, a ciencia cierta, quién fue el autor de estos atinados consejos, atribuidos al dios de la Medicina, que tal es Esculapio dentro de las mitologías griega y romana.

En efecto, cuenta la leyenda que Esculapio era hijo del dios Apolo y de la princesa Coronis, y que había nacido en Epidauro. Su madre lo llevó al monte Mirtión, donde fue amamantado por una cabra y recogido por un pastor, que reconoció su origen divino por el halo que rodeaba su cabeza.

Otra leyenda dice que, como al nacer Esculapio murió Coronis, Apolo lo entregó al centauro Quirón para que lo criara y lo educara; éste le enseñó medicina, en la que el discípulo superó enseguida al maestro, de tal modo que, además de restituir la salud a los vivientes, volvía la vida a los muertos. Esto hizo que Plutón, soberano de los infiernos, se quejara a Júpiter, padre de los dioses, de que un mortal usurpara lo que era privilegio del poder divino; Júpiter escuchó la queja y mató con un rayo a Esculapio, por lo que Apolo, para vengar la muerte de su hijo, mató a su vez a los cíclopes que habían forjado el mortífero rayo.

Las representaciones más conocidas de Esculapio nos lo muestran como un hombre de edad madura, de mirada dulce, barbudo y con abundante cabellera, vistiendo un largo manto que, al ser recogido con el brazo izquierdo, deja al descubierto el derecho y busto. Sus atributos son: la copa, que contiene la bebida salutífera; el bastón del viajero, en el que se enrosca la serpiente, signo de adivinación entre los griegos y que figura al lado de todas las divinidades médicas; el onfalos de Delfos, gran piedra sagrada que sostenía el trípode de la pitonisa en los subterráneos del templo y que simboliza la fecundidad de la tierra, y el globo terráqueo. La figura de Esculapio suele ir acompañada, además de la serpiente, que rara vez falta, del perro, que le estaba consagrado en recuerdo del que llevaba el pastor que lo había recogido, y de la cabra que lo había amamantado.

Los consejos a que hemos hecho referencia son los siguientes:

“¿Quieres ser médico, hijo mío?

“Aspiración es ésta propia de un alma generosa, de un espíritu ávido de ciencia. ¿Deseas que los hombres te tengan por un dios que alivia sus males y ahuyenta de ellos el espanto? ¿Has pensado bien lo que ha de ser tu vida?

“Tienes que renunciar a la vida privada...

“No cuentes con que este oficio, tan penoso, te hará rico. Te lo he dicho: es un sacerdocio, y no sería decente que produjera ganancias como las que saca un aceitero o un vendedor de lanas.

“Tu vida transcurrirá en la sombra de la muerte; entre el dolor de los cuerpos y de las almas, de los duelos, y de la hipocresía que calcula a la cabecera de los agonizantes; te será difícil conservar una visión consoladora del mundo. Descubrirás tanta fealdad bajo las más bellas apariencias, que toda tu confianza en la vida se derrumbará y todo goce te será emponzoñado.

“La raza humana es un Prometeo desgarrado por buitres.

“Te verás solo en tus tristezas, solo en tus estudios, solo en medio del egoísmo humano. Ni siquiera encontrarás apoyo entre los médicos, que se hacen sorda guerra entre ellos por interés o por orgullo profesional.

“Cuando a costa de grandes esfuerzos hayas prolongado la vida de muchos ancianos, o niños deformes, vendrá una guerra que destruirá lo más sano y lo más robusto que hay en la ciudad; entonces te encargarán que separes los débiles de los fuertes, para salvar a los débiles y enviar a los fuertes a la muerte.

“Piénsalo bien, mientras; aún estás a tiempo...”


Pagina anterior: Los carneros de Panurgo
Pagina siguiente: MÁXIMAS DE MARCO AURELIO