Nueva escapatoria de Reynard


Al otro día de haber presentado Bellín la cabeza de la infortunada liebre al rey, de parte de Reynard, el conejo Laprel llegó a la corte llorando y dando gritos de dolor.

-¡Oh rey! libra a tus súbditos de los perversos ataques del zorro. Pasaba ayer por delante de su castillo, cuando me salió al paso contándome sus cuitas con tanto afecto que, en vez de apretar a correr, lo saludé humildemente; pero apenas me tuvo a su alcance, me dio tan terrible zarpada que por poco me deja tendido en el sitio.

En este momento entró la corneja macho, Corbant, en estado de gran excitación.

-¡Oh señor, señor, oídme! -exclamó-. Estaba en el campo comunal esta mañana, cuando vi a Reynard tendido de espaldas, rígido y aparentemente muerto. Vino mi esposa y metió la cabeza en la boca del zorro para ver si respiraba, cuando el malvado animal echó repentinamente la garra a mi pobre esposa y le cortó la cabeza de una dentellada. Un instante después alargó la otra contra mí, y apenas pude escapar remontándome en el aire, y desde el punto elevado en que me hallaba, tuve el sentimiento de ver cómo devoraba a mi querida compañera.

El rey se enfureció. Reynard hubo de comparecer por segunda vez ante el tribunal, y de nuevo fue sentenciado a muerte; pero volvió a escapar hablando del tesoro oculto y prometiendo ir en su busca para entregárselo al rey.


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