El hidrógeno, el oxígeno y el nitrógeno son los cuerpos gaseosos más importantes que existen


El amoniaco es incoloro, como el oxígeno, el hidrógeno y el nitrógeno; pero, diferentemente de ellos, produce una impresión muy fuerte en la nariz. Excita todo el cuerpo cuando lo aspiramos; y las llamadas sales aromáticas, cuyo uso hemos aprendido de los ingleses, no son más que un preparado a base de amoniaco que aspiramos cuando nos desvanecemos. Aunque el agua disuelve tan poca cantidad, sea de hidrógeno o de oxígeno, diluye una sorprendente cantidad de amoniaco, y en esta forma puede venderse. Es un gas muy poderoso y activo, y su disolución en el agua es por lo mismo muy útil para limpiar metales.

Estos tres gases, hidrógeno, oxígeno y nitrógeno, de los cuales los dos primeros se combinan para formar el agua, y el segundo y tercero se mezclan en el aire, son los tres gases más importantes que existen.

Pues bien, para separar los dos gases principales que forman nuestra atmósfera, hay que liquidar el aire, lo cual parece a primera vista una cosa difícil de conseguir. Sin embargo, todos los líquidos pueden convertirse en vapores calentándolos, y los vapores y gases pueden, a su vez, transformarse en líquidos por enfriamiento y presión. Todos hemos tenido oportunidad de observar en la cocina la conversión del agua líquida en vapor, e igualmente la condensación de éste en forma de gotas sobre cualquier superficie fría. Es simplemente cuestión de enfriar lo suficiente, si se quiere transformar un vapor o gas en líquido, y será cuestión de calentar, si se desea convertir un líquido en una masa de vapor.

Para liquidar el aire hay que someterlo a un enfriamiento muy intenso, y además, para facilitar la transformación, se somete, al mismo tiempo, a una presión considerable. Una vez convertido el aire en líquido, se deja que la temperatura vaya aumentando paulatinamente hasta que el nitrógeno empiece a hervir y se transforme en gas, separándose así del oxígeno. Este último hierve a temperatura algo más alta que el nitrógeno, y esta diferencia de ebullición permite separarlos.

Cada líquido hierve a una temperatura determinada, y cada gas, a su vez, se liquida a una temperatura también determinada, que es menor a la llamada temperatura crítica, es decir a la temperatura por encima de la cual no es posible transformarlo en líquido por grandes que sean las presiones a que se lo someta.

Debemos tener también presente que el aire contiene además otros gases, aunque en muy poca cantidad. Hay en él, en efecto, cierta medida de gas carbónico, que es un compuesto de carbono y oxígeno; un poco de amoniaco, parte del cual es diluido por la lluvia, y ciertos elementos raros que no producen efectos particulares, pero que son interesantes.