Luz + Luz = Oscuridad. El triunfo de la teoría ondulatoria


¿Es posible que en la Naturaleza pueda ocurrir un fenómeno tan curioso como éste: enviar dos rayos de luz sobre un punto y obtener oscuridad? A pesar de que esto parece más bien un cuento fantástico que un hecho científico, lo cierto es que ello es posible y se presenta a menudo. El físico Fresnel fue uno de los primeros que provocaron este curioso fenómeno, que pareció demostrar para siempre que la luz se propaga por ondas, a través del misterioso éter. Para ello usó dos pequeños espejos, formando un ángulo muy obtuso e iluminados por medio de una misma luz. Los rayos luminosos que se reflejaban en ellos eran enviados sobre una pantalla. En el punto donde ambos chocaban contra la pantalla, apareció una franja oscura. Muchos experimentadores repitieron esta experiencia y obtuvieron siempre el mismo resultado. Igual que en el caso del orificio y los anillos, se forman, alternadas, franjas oscuras separadas por franjas brillantes.

Claro que todo esto es inexplicable si suponemos que la luz está formada por corpúsculos. Si ésta fuera la constitución de la luz, cuando se envían dos rayos sobre un mismo punto deberíamos obtener una iluminación doble de la que lograríamos enviando un solo rayo, pero nunca oscuridad. En cambio, todo puede explicarse si aceptamos que la luz se propaga por ondas. En efecto, veamos primeramente, a manera de ejemplo, lo que ocurre cuando se produce el encuentro de dos ondas que se propagan sobre la superficie de algún líquido. En tal caso podemos imaginar fácilmente una onda, puesto que estará representada por las concavidades y lomas de la superficie del agua. Es evidente entonces que si otra onda se superpone exactamente sobre la anterior, coincidiendo las concavidades y lomas, habrá, una sencilla suma y crecerán las alturas respectivas de las lomas y concavidades. Por lo contrario, si las ondas superpuestas se hallan en posición tal que coinciden las lomas de una con las concavidades de la otra, y viceversa, si las alturas de ambas son iguales, habrá una completa anulación de ambos efectos y la superficie del líquido permanecerá visiblemente serena, calma.

Si esto ocurre con las ondas en el agua, algo análogo debe suceder con las ondas luminosas. Así razonaron los partidarios de la teoría ondulatoria de la luz, y lograron explicar con todo éxito los fenómenos antes descritos, así como otros muchos semejantes, con lo cual obtuvieron entonces, y con gran satisfacción, un triunfo resonante.