Algunos experimentos muy curiosos realizados con imanes


Antes de frotarla, la barra de acero no es capaz de atraer pequeños trocitos de hierro; después de haber sido frotada con el imán natural, los atrae, lo cual significa que se ha transformado en un imán, que, por haber sido fabricado, llamamos artificial. Si con ese trozo de acero imanado artificialmente se frota otra barra de acero, ésta también se imana, y así sucesivamente. A los imanes artificiales se les dan diversas formas, según para qué se los use: en herradura, en barra, en forma de aguja, etc.

Para todas las experiencias con imanes conviene tener a mano alfileres muy finos o, mejor aun, limaduras de hierro, que se pueden conseguir muy fácilmente. Si introducimos una barra imanada entre alfileres o entre limaduras de hierro, al sacarla se observará que éstos objetos no se han adherido uniformemente. En los extremos hay más que en la parte central, y justo en el medio no ha quedado adherida ninguna limadura. Una experiencia parecida puede hacerse con un imán de herradura, tratando de atraer un alfilercito: se observará que es fácilmente atraído por cualquiera de los extremos de la herradura, pero que si se lo coloca cerca de la culata del imán, éste no lo atrae.

Estas experiencias muestran claramente que la fuerza del imán es mayor en los extremos y que en el medio no tiene capacidad de atracción. Es como si el magnetismo del imán se concentrara en las puntas; a éstas se las llama polos del imán y a la parte media, zona neutra. Advirtamos por último que los imanes artificiales conviene hacerlos con acero y no con hierro dulce, porque si bien este último se imana más fácilmente que el acero, se desimana muy rápidamente y no sirve para hacer las experiencias. En cambio, los imanes de acero guardan el magnetismo más tiempo; por eso a los imanes fabricados con hierro dulce se los llama imanes temporales y a los que son fabricados con acero, imanes permanentes.