Los globos aerostáticos son otra aplicaión del famoso principio de Arquímedes


Hemos dicho que el principio de Arquímedes es válido tanto para los líquidos como para los gases. Y bien: los globos aerostáticos no son más que una aplicación de dicho principio. La navegación aérea en globos se basa, pues, en la relación entre el empuje que recibe el globo y su peso. Es completamente diferente a la navegación aérea en aeroplanos, cuerpos de mayor peso específico que el aire.

Si se tiene un globo de un cierto volumen, éste sufre un empuje de abajo hacia arriba igual al peso del aire que desaloja. Si ese empuje es mayor que el peso del aparato, el globo ascenderá, porque el peso es una fuerza dirigida de arriba hacia abajo y el empuje, en cambio, está dirigido de abajo hacia arriba. De modo que es lógico que si el empuje es mayor que el peso, el globo ascienda. Interesa, pues, que el aparato sea lo más liviano posible, o mejor aún, que su peso específico sea menor que el aire. Por eso se los infla con gases más livianos que el aire, puesto que si se los inflase con aire, el peso y el empuje se equilibrarían, y el aparato no ascendería ni un solo metro.

En los comienzos se solía usar aire caliente, pues es más liviano que el aire a temperatura normal. Luego se empleó el hidrógeno, que presenta la ventaja de ser extraordinariamente liviano -es la sustancia más liviana que se conoce-: un metro cúbico pesa solamente 90 gramos. El uso del hidrógeno se hizo muy común: pero este gas es sumamente inflamable y muchos de los arriesgados exploradores de la atmósfera murieron quemados al incendiarse sus aparatos. Por esta razón se utiliza en la actualidad el gas helio, el cual tiene la ventaja que, después del hidrógeno, es la sustancia más liviana de la naturaleza; además, no es inflamable, pero sí sumamente caro, debido a su escasez. Los globos aerostáticos, una vez a grandes alturas, quedan librados a las corrientes atmosféricas. En cambio los dirigibles navegan en el aire como un barco en el mar: poderosos motores mueven numerosas hélices que hacen avanzar el aparato, mientras un sistema de timón permite dirigirlo. En 1929 una de estas aeronaves logró dar la vuelta al mundo.