El famoso sabio que cirrió desnudo por las calles de Siracusa

 

Hace aproximadamente 2.200 años vivía en Siracusa, ciudad del sur de Italia, fundada y gobernada durante muchos años por los griegos, un famoso sabio llamado Arquímedes, matemático y físico cuyos conocimientos y talento asombraron a sus compatriotas. A él se debe el descubrimiento de un principio muy importante, llamado principio de Arquímedes, cuya aplicación a los buques, submarinos y globos aerostáticos veremos luego.

Respecto a cómo descubrió Arquímedes el principio que lleva su nombre, se cuenta la siguiente historia: Habiendo ordenado Herón, tirano de Siracusa, la confección de una corona de oro, y teniendo dudas de que ella fuera de oro puro, tal como la había encargado, pidió a Arquímedes que buscase la forma de resolver el problema, sin romper la corona, desde luego. El sabio anduvo durante mucho tiempo preocupado con el asunto, y reflexionaba sobre el caso hasta cuando se bañaba. Uno de esos días, mientras tomaba el baño de costumbre y pensaba en la bendita corona, tuvo uno de esos rasgos característicos de los genios: el de vincular dos hechos aparentemente sin relación. Hacía mucho que había notado algo que cualquiera de nosotros puede observar al bañarse: en la bañera el agua lo levantaba, lo empujaba hacia arriba. Pero de pronto tuvo el chispazo genial y se percató de que podía resolver el problema de la corona sumergiéndola en el agua. Loco de alegría salió corriendo pollas calles de Siracusa, mientras gritaba: “¡Eureka! ¡Eureka!”, lo que significa: “Lo encontré, lo encontré”.

La gente, acostumbrada a las distracciones del sabio más famoso de la ciudad, lo miraba, sin embargo, con asombro: en su excitación había olvidado de vestirse y corría así desnudo. Nosotros no veremos aquí el procedimiento mediante el cual el sabio logró solucionar el misterio de la corona, porque lo que hemos contado es sólo el descubrimiento de su principio, y éste no es más que el primer paso dado hacia la posterior solución del verdadero problema.