Una llama que revela la música del lenguaje


Esta es una manera que tenemos de estudiar los sonidos, convirtiéndolos, por decirlo así, en algo que puede verse. También podemos verlo valiéndonos de las llamas que vacilan cuando suenan frente a ellas las cajas de resonancia. Las llamas pueden llegar a ser muy sensibles para los sonidos; y no puede, claro está, decirse que los oyen, pero las altera la calidad de las ondas sonoras producidas.

Un profesor inventó la que fue conocida por “llama de vocales", la cual tiene una altura de unos sesenta centímetros cuando nada la perturba; pero existen ciertos sonidos bajo cuyo influjo se pone tan corta, que apenas es posible verla, y al cesar el sonido que ha producido ese efecto, la llama da enseguida un salto y recobra su altura primitiva. Se le da el nombre de llama de las vocales porque, digámoslo así, puede distinguirlas unas de otras. Su sensibilidad es particularmente grande para las notas agudas, y por lo tanto la impresionan mucho más las vocales compuestas de armónicos altos que las que se componen de armónicos más graves.

La vocal que corresponde a un tono más elevado es la í. Cualquiera puede comprobarlo, pronunciando en voz baja las distintas vocales sin variar la nota dada; aunque se trate de la misma nota, siempre resultará más agudo el tono de la i. Esto es debido a que, si bien la nota fundamental en cada una de ellas es siempre la misma, los armónicos de la i son más agudos que los de las otras. Pues bien, si proferimos el sonido de la u ante la llama de las vocales, no ocurrirá casi nada; pero si pronunciamos la letra i, la llama desaparecerá por completo. Al cesar el sonido recobrará inmediatamente su aspecto primitivo.