La pintura y el mosaico. Pompeya y Herculano


La pintura tuvo en Roma un arraigo mayor y más antiguo que la escultura, pues a fines del siglo ii antes de Cristo era ya famoso Fabio, pintor perteneciente a una de las familias más distinguidas; sin embargo y por desgracia, poco nos queda de esas primeras manifestaciones del arte pictórico. Las pinturas murales de las ciudades resurrectas arqueológicamente, como Herculano y Pompeya, hablan de una técnica cuidadosa y de un gran refinamiento artístico, aunque parte de sus obras son simples reproducciones de cuadros famosos. También aplicaron en pintura la técnica del retrato; algunos de ellos ofrecen soluciones tan atrevidas que nos hacen pensar en los impresionistas modernos. La decadencia del Imperio y el triunfo del Cristianismo hicieron olvidar la alegría que caracterizó las primeras expresiones del arte de los colores y las formas. Los cristianos, al ser perseguidos, tuvieron que refugiarse en el interior de las catacumbas, y el arte retrocedió a las formas primitivas, dedicándose de nuevo a los dibujos murales: plegaria y símbolo a la vez.

Otra expresión del arte romano fueron los mosaicos, cuya técnica fue perfeccionándose cada vez más, hasta que lograron utilizar piezas de tamaño muy reducido junto con otras de materias nobles, como el lapislázuli y pastas vítreas, con las que consiguieron efectos superiores a los de la misma pintura.