Fransisco de Zurbarán, fidelísimo exponente de la vida ascética


De los muchos artistas que siguieron a Ribera, el más notable de todos fue Francisco de Zurbarán, quien vivió de 1598 a 1662.

Zurbarán destacó del humilde realismo y austera disciplina de sus bodegones el ascetismo religioso de la Contrarreforma. En sus lienzos plasmó la máxima intensidad dramática en la expresión, aunque con cierta rudeza provinciana que contrasta con la elegancia palatina del inmortal Velázquez.

Se dedicó casi exclusivamente al estudio de monjes y santos. Una de sus telas más famosas es un Dominicano arrodillado, que actualmente se encuentra en la Galería Nacional de Londres. La figura central del cuadro, que ora con profundo fervor, da un hondo sentido místico. También os de gran efecto el enfoque violento y realista de un conjunto donde reunió a san Buenaventura con santo Tomás de Aquino, así como también el que representa a San Bruno con el Papa, actualmente en Sevilla, curioso estudio de hombres metidos en sus hábitos y ornamentos, cuyos cuerpos parecen inanimados.

Los detalles de la vida de Zurbarán son poco conocidos y apenas si es posible señalar etapas y características de su pintura juzgando por ella misma y relacionándola con el ambiente y los hechos de su tiempo. Se ha hablado de influencia de Caravaggio, pero si la manera y el estilo de Zurbarán responden a algo es, precisamente, al realismo español, que en Ribera se magnifica y dramatiza, y en Velázquez llega a su equilibrio más profundo. Exponente fidelísimo de la vida ascética, es seguro que conoció hondamente la realidad monástica. En 1650 pasó a formar parte de la corte de Felipe V, quien lo llamó para que pintara los diez pasajes de la vida de Hércules, que se conservan en el Museo del Prado, y que son unas de las pocas obras de carácter puramente profano que nos ha dejado.