Un nuevo enfoque de la pintura francesa


En el ínterin un nuevo tipo de pintura se desarrolló en Francia a través de los cuadros de Simeón Chardin (1699-1779), quien recibió la influencia de los pintores holandeses, cuya técnica fue muy admirada en Francia. Los cuadros de Chardin tienen la misma característica sincera y sencilla de la escuela de los holandeses; la seriedad de su pintura contrasta con las características de la que había predominado hasta entonces. Chardin fue también el pintor de las intimidades hogareñas, de las personas absortas en las tareas domésticas y de las naturalezas muertas.

Poco considerado en vida, hoy es uno de los pintores mejor cotizados de esa época. Fue hábil en el manejo y la combinación de los colores.

A su lado se destaca otro gran artista, Juan Bautista Greuze (1725-1805), que introdujo un nuevo tipo de pintura popular en cuadros descriptivos que son verdaderas lecciones de moral. Sus cuadros Maldición paterna y Castigo del mal hijo así lo demuestran. Sin embargo, Greuze es más conocido como pintor de graciosas jovencitas cuyos rostros reflejan ternura e inocencia y a veces una suave melancolía. Entre ellas se destaca La lechera, El cántaro quebrado, ambas en el Louvre, y sobre todo Inocencia donde más se evidencian las cualidades de elegancia y ternura del pintor.

Cierra el grupo de pintores franceses anteriores a la Revolución Francesa madama Vigée-Lebrun, en cuya larga vida (1755-1842) hizo un gran número de retratos, entre los cuales se destacan varios de María Antonieta, la infortunada reina de Francia.

En sus retratos, madama Lebrun dio a los modelos una gracia que los torna bellos y encantadores. Su técnica es excelente, y el dibujo, cuidado.