Durero, llamado el Miguel Angel de Alemania


Alberto Durero fue un hombre universal de grandeza sin par, que puede ser ubicado en el mismo nivel de un Leonardo da Vinci o un Miguel Ángel.

Hijo de un orfebre húngaro residente en Nuremberg, se inició en el arte bajo la dirección de su propio padre, pero cuando éste comprobó la genialidad de su hijo, lo dejó en total libertad de acción para que siguiera su camino. A los quince años entró de aprendiz en el taller de un pintor mediocre, Miguel Wolgemut, a quien se recuerda sólo por haber sido su maestro.

A los diecinueve años comenzó sus viajes de estudio, que duraron siete años; de Colmar pasó a Basilea, y de allí cruzó los Alpes, pasó a Italia y establecióse en Venecia. De su permanencia en esta ciudad ya nos hemos ocupado. En 1497 regresó a Nuremberg, donde abrió su estudio. Después de algunos años de intensa labor, retornó a Venecia, donde ejerció gran influencia sobre los pintores del lugar. A partir de 1507 trabajó intensamente y sin interrupción. En 1520 se dirigió a los Países Bajos, donde admiró y estudió la técnica del célebre Van Dyck.

Durero fue un visionario, como Leonardo y Miguel Ángel. Artista, erudito y poeta, poseyó una gran intuición de las cosas; se lo consideró un verdadero puente entre la Edad Media y los tiempos modernos.

Como pintor dejó obras inmortales: El caballero y la muerte, Melancolía, Descanso en Egipto, La adoración de los Reyes Magos y Los cuatro evangelistas, considerado como la más grande contribución de Alemania a la historia del arte.

Durero fue también un realista, como lo demuestran algunos de sus mejores retratos: Jerónimo Holzschuher, La moza -conservados en el Museo de Berlín-, Oswolt Krell y su autorretrato.

Algunos consideran la tela más hermosa de Durero su Adoración de los Reyes Magos, que actualmente se encuentra en la galería degli Uffizi de Florencia, obra que se caracteriza por la gradación suave de sus colores y por su perfecta composición.

Durero es genial tanto en la pintura como en el grabado. Nuremberg era famosa por sus orfebres y plateros; por eso encontró allí clima propicio para desarrollar sus aptitudes en esta expresión del arte.

Los pintores de otros países podrán competir con él, pero no los grabadores, que en ningún momento logran comparársele. Sus grabados, como sus cuadros, se distinguen por la riqueza de detalles que complementan el tema central y por la perfecta armonía entre éste y aquellos, dando al conjunto una imponderable sensación de grandeza y amplitud.