Holbein, figura cumbre de la pintura alemana


Completa el cuadro de grandes pintores alemanes Juan Holbein, natural de Augsburgo. Con Durero, aunque muy distinto de él, llevó la pintura alemana a su más alta expresión.

Holbein no tuvo, en efecto, la reciedumbre de Durero, pero sus cuadros poseen, en cambio, una gracia que este último nunca alcanzó. Mientras Durero fue un investigador, a Holbein puede considerárselo un contemplativo.

Juan Holbein comenzó a pintar en su ciudad natal bajo la dirección de su propio padre, pintor de méritos, a quien se llama Holbein el Viejo.

Juan, el Joven, realizó varios viajes por Europa, y tuvo que hacer diversos menesteres para subsistir, desde iluminar libros hasta pintar fachadas de edificios, como los pintores venecianos. Antes de cumplir los veinte años había realizado algunas de las obras que lo hicieron famoso y revoló ya en ellas las dotes que distinguieron después la labor de sus últimos años. Durante su permanencia en Basilea pintó varios cuadros y retratos; en Inglaterra se hizo amigo de Tomás Moro, de quien dejó un interesante retrato que hoy forma parte de una colección particular. En

Londres trabajó para mercaderes alemanes, y luego gozó de la protección de Enrique VIII y de algunos nobles de la corte inglesa.

En la Galería Nacional de Londres se encuentra una de sus mejores telas, pintada poco antes de entrar a formar parte de la corte inglesa. Se trata del retrato de dos diplomáticos franceses conocido con el nombre de Los embajadores.

Los retratos de Holbein tienen el sello inconfundible de su recia personalidad, tan alemana en la concepción como en la realización y los detalles que complementan el conjunto. Esto último se puede comprobar en el retrato de George Gisze, conservado en el museo de Berlín. Tales pormenores

no le impidieron reflejar los atributos morales de los personajes que sirvieron de modelo. A través de ellos desfilan los caracteres más contradictorios: la avaricia, la mezquindad y los sentimientos más nobles del corazón humano, han quedado impresos en sus cuadros.

Pintor recio y vigoroso, Holbein jamás fue un imitador, aunque supo aprovechar la experiencia de los pintores que admiró; en esto se parece a Rafael. Además de su hermosa colección de retratos, en la que figura uno de Erasmo de Rotterdam, es autor de telas y cuadros de incalculable belleza y valor como La Virgen y la familia de Hans Meyer, en el que la "Virgen y el Niño Jesús aparecen como huéspedes de la familia del burgomaestre; en él, Holbein sigue la escuela flamenca, en la que son frecuentes los cuadros que reflejan la paz de la intimidad hogareña; se conserva en el Museo de Dresde.

Holbein se dedicó también al grabado, y en este aspecto sus obras son tan hermosas como las de Durero.