Las figuras cumbres de la pintura alemana


Cuatro nombres concentran el prestigio de Alemania en pintura, y ellos son: Lucas Cranach (1472-1553), Matías Grünewald (1470-1528), Juan Holbein (1497-1543) y Alberto Durero (1471-1528).

La aparición de Lucas Cranach, de la escuela de Sajonia, significó un intento de superación con respecto a los que lo habían precedido. Entre sus muchos cuadros y grabados se destaca un hermoso retrato realista, El anciano, que actualmente se encuentra en el Museo de Bruselas. Además este pintor, que conoció a Lutero, nos ha dejado un magnífico retrato del promotor de la reforma religiosa.

Cranach abordó también los temas mitológicos, y muchas veces las singulares cabezas alargadas y las cabezas oblicuas de sus mujeres no condicen con el ideal de la belleza clásica.

Creador de la escuela realista alemana, trabajó en la corte de Federico el Sabio. Más tarde colaboró con Durero y Burgkmair en las obras de los retablos para la catedral de Wittenberg. Hasta 1508 firmó sus trabajos con las iniciales de su propio nombre, pero a partir de esa fecha usó como firma una serpiente alada que el Elector le había concedido como lema.

Además de los retratos ya citados, merecen ser recordados sus cuadros Descanso de la Virgen en la huida a Egipto y un magnífico San Cristóbal, esencialmente realista.

Uno de sus hijos, llamado también Lucas, continuó la obra de Cranach copiando su técnica y su modalidad.

Por lo que se refiere a Grünewald, de la escuela de Alsacia, fue un pintor realista cuya obra impresiona por su dramatismo, de lo que es una prueba evidente la patética interpretación que hizo de Cristo crucificado.

Grünewald fue un colorista de trazos vigorosos, excesivamente melodramático en sus interpretaciones.

No obstante las críticas que se le puedan hacer, es uno de los pintores más representativos de la escuela alemana. Estuvo al servicio de Alberto de Brandeburgo, cardenal y elector de Maguncia. Su arte constituye la cima del gótico germánico en la última fase, cuando comenzó a recibir la influencia del Renacimiento italiano. Su labor se distingue también por el profundo sentido religioso que la anima. Su principal contribución a las artes la constituyen sus pinturas para el altar de Isenheim, que comprenden, además de la Crucifixión, un Cristo resucitado y otros más. La mayor parte de las telas de este autor se encuentran en el Museo de Colmar.