Carácter cristiano oficial y oriental del arte bizantino


El arte cristiano oriental tuvo como sede central la antigua ciudad de Bizancio, convertida en Constantinopla después que el emperador Constantino trasladó la capital del Imperio a dicha ciudad por razones de estrategia. De ahí deriva el nombre de bizantino que luego adoptó. Tuvo su origen hacia el siglo iv y fue el resultado de una mezcla del arte oriental y el grecorromano con influencia temática derivada del cristianismo. Se distingue por el excesivo lujo, la riqueza del colorido, con predominio del oro, y las formas peculiares de las imágenes, que le dan una vigorosa personalidad.

El arte bizantino fue un arte esencialmente religioso, que tuvo como máxima expresión al templo, en cuyo ámbito se desarrollaron las demás formas artísticas; fue, además, un arte decorativo y monumental en el que se aunó el lujo fantástico de Oriente con la severidad de las formas del arte cristiano primitivo.

Durante el reinado de Constantino, tanto la arquitectura como las artes figuradas, además de ser cristianas, revistieron carácter oficial, al ser apoyadas por las autoridades del Estado. El mismo Constantino ordenó la construcción de nuevas iglesias en Roma, Bizancio, Jerusalén y otras ciudades de Oriente.

Todas ellas fueron suntuosas e imponentes, sobre todo la de Jerusalén, que hizo levantar sobre el Santo Sepulcro, en ocasión del descubrimiento de la cruz que cargó Jesús.

Los emperadores que sucedieron a Constantino, considerando que su poder y política estaban ligados a la Iglesia, pusieron al servicio de ella el arte, reputado como instrumento de influencia sobre las masas.

Junto a la arquitectura religiosa se desarrolló en el Imperio Bizantino una arquitectura profana y civil muy importante e igualmente suntuosa. Los emperadores hicieron levantar riquísimos palacios que en cierto modo recuerdan las suntuosas mansiones que describen los cuentos de Las mil y una noches. Europa occidental, en cambio, desconoció ese tipo de arquitectura suntuosa de carácter civil.

Por otra parte, la presencia de caracteres o elementos orientales en el Imperio Bizantino se extendió al arte también, aunque el papel que tuvo en su formación fue siempre motivo de grandes y largas discusiones.