Breve historia del piano, desde el salterio al Strinway


El piano debe ser considerado como un arpa dispuesta en una caja de resonancia de manera tal que sus cuerdas, en lugar de ser rasgadas por los dedos, son percutidas por un conjunto de macillos que responden a un teclado. La idea de colocar un teclado al cordaje de un arpa nació del órgano, que en el siglo xiv había alcanzado ya gran desarrollo. No se sabe exactamente en qué época se empleó por primera vez tal sistema, pero de su aplicación nació el daicordio. En la extremidad de cada una de las teclas se adaptó un clavo de metal que golpeaba la cuerda respectiva, particularidad de donde proviene el nombre que lo distingue. Parece ser que la idea se inspiró en el santir persa, difundido en Europa con el nombre de salterio; éste recuerda uno similar usado por los asirios, del que se tiene un testimonio a través de un relieve de la época de Asurbanipal (650 a. de C), que reproduce un cortejo de músicos, uno de los cuales lleva una especie de trapecio encordado, cuyas cuerdas golpea con un maculo. Varios tipos de claves se habían inventado ya, con intentos d? reformas, como las de la espineta, realizadas por Spinetti; el clavecín, de sonoridades fuertes y agudas, o el virginal, especie de espineta perfeccionada, cuando un fabricante de Padua, conservador desde 1716 del Museo de Música de Fernando de Médicis, en Florencia, creó un instrumento que tocaba en los dos grados, piano e forte, es decir, suave y fuerte. Para ello suplantó las laminillas de latón que percutían las cuerdas con martillos de madera recubiertos con un paño o fieltro; aplicó, además, un pedal que permitía pasar del piano al forte. Tales fueron las características principales del clavicémbalo col piano e col forte, de Bartolomé Cristófori, nombre del fabricante de Padua a quien se tiene por el verdadero creador del piano moderno. Tal designación sufrió algunos cambios hasta quedar reducida primero a la expresión pianoforte y luego a la palabra piano que ha conservado hasta nuestros días.

El mismo Cristófori intentó nuevas reformas que en parte fueron logradas por Godofredo Silbermann, que había aprendido el arte de la organería con su hermano Andrés, en Sajonia. La fama de sus instrumentos llegó a eclipsar la de Cristófori, por lo cual algunos historiadores consideran a Silbermann el verdadero inventor del piano. El nuevo sistema tuvo que vencer una seria resistencia por parte de los tradicionalistas, que seguían prefiriendo el clave, a pesar de que Bach, primero, en 1737, y Mozart, unos cuarenta años después, se declararon partidarios de él. Sólo a fines del xviii y comienzos del xix el piano pudo desplazar totalmente al clave. Se inician entonces verdaderas dinas-lías de artesanos. Un discípulo de Silbermann, Stein, fundó una casa que aún hoy existe, y halló en un aventurero llamado Streicher un genial colaborador que lo secundó con eficacia en las tareas de perfeccionamiento. Otro alemán, Juan Zumpe, llevó en 1768 la artesanía a Gran Bretaña, donde obtuvo señalado éxito. En Londres, los ingleses Backers, Stodart y Broadway introdujeron nuevas reformas al piano y comenzaron a fabricarlos verticales y de cola, o concierto, según que el cordaje estuviera dispuesto en forma vertical u horizontal, respectivamente. No obstante los progresos logrados, el piano no alcanzó la perfección actual hasta que Erard, fabricante de París, le dio nuevo impulso al mejorar tanto sus efectos sonoros como el sistema de pedales y cordaje, pues en cuanto a éste consiguió cruzarlo en la caja de resonancia para reducir las dimensiones de la misma. Por último. Enrique Steinweg, que en Nueva York tradujo al inglés su apellido, dio origen, en 1855, a los pianos Steinway, hoy de fama universal.

El piano moderno tiene una extensión de ocho octavas, con un total de noventa y seis teclas. El ejecutante toca la melodía con la mano derecha, escrita en clave de sol en 2, mientras que con la izquierda destaca el acompañamiento, en clave de fa en 4.