Donatello, el precursor a quien admiró Miguel Angel


Donato de Nicoló di Betto di Bardi, llamado Donatello, nacido en 1386, era hijo de un comerciante en lanas. Tenía diez años menos que Brunelleschi, de quien fue gran amigo. Parece ser que se inició en el arte de la orfebrería con el padrino de Ghiberti. Cuando Brunelleschi se dirigió a Roma para proyectar la cúpula de la catedral, Donatello lo acompañó. En Roma nuestro joven artista trabajó como orfebre para poder vivir; por la noche estudiaba y practicaba escultura. Su tesonero esfuerzo compensó la genialidad innata de sus dos contemporáneos, y así figura con ellos a la cabeza de los escultores renacentistas. Como la mayoría de los hombres de esa época, cultivó, junto a su especialidad, otras expresiones del arte, y logró justo renombre también en pintura.

Una de sus primeras obras escultóricas fue un magnífico Crucifijo tallado en madera. Cuando regresó a Florencia, a los 21 años, había adquirido un nombre y su fama era notoria. Donatello colaboró también en la decoración del campanile del Giotto, a cuyo embellecimiento contribuyó con hermosas y artísticas figuras.

Los escultores de entonces se contentaban con la simple decoración de edificios mediante frisos ornamentales en relieve. Donatello, en cambio, dio vida a figuras que a veces se convierten en verdaderos retratos, sin que le preocupara el lugar que debían ocupar. Fue uno de los primeros artistas que abordaron con valentía la escultura de bulto. En esta clase de obras se destacan un San Jorge, que Miguel Ángel tanto admiró y consideró como la mejor de ellas, y un David; a él pertenece también la primera estatua ecuestre del período; representa a Gfatamelatta y se encuentra en Padua.

Las estatuas de Donatello son famosas no sólo por su belleza, sino también por la expresión de vida que emana de ellas.

Estudió con verdadero ahínco los modelos clásicos de escultura grecorromana y resucitó sus métodos, a los que supo imprimir, sin embargo, el sello de su propio ingenio.