El templo mayor de la cristiandad: San Pedro, de Roma

Sobresaliendo en la silueta de Roma, a la que. según el dicho popular, conducen todos los caminos, una cúpula atrae nuestra atención. Volada hacia el cielo, alcanza los ciento treinta y un metros de altura y testimonia el genio de su proyectista. Miguel Ángel. Dicha cúpula es el detalle más característico de una obra notable por múltiples circunstancias, la basílica de San Pedro. Este templo máximo de la cristiandad está erigido en el lugar donde el emperador Constantino levantara otrora su primitiva basílica, solar ocupado en tiempo de los romanos por el circo de Nerón.

Fue el pana Nicolás V quien encomendó, a mediados del siglo xv, a los arquitectos Bernardo Rosellino y León Bautista Alberti la tarea de reemplazar la basílica constantiniana, muy arruinada, por un templo nuevo llamado a ser monumental. A través de dos largos siglos, se sucedieron papas y sus iniciativas, arquitectos y sus proyectos.

Cabe señalar, entre los primeros, además del mentado Nicolás V, a Julio II, León X, Sixto V y Urbano VIII Interesa recordar lo dicho anteriormente, en cuanto a que los arquitectos que intervinieron en la construcción de San Pedro fueron catorce. Los que tuvieron mayor actuación, fuera de los ya nombrados son: Bramante, Rafael, los Sangallo, della Porta, Fontana, Maderna y Lorenzo Bernini.

El gran templo, consagrado a fines de 1626, está cerca del río Tíber, que atraviesa a Roma en su recorrido hacia el mar. Concebido para resolver su disposición en el terreno, en forma de una cruz griega, en etapa avanzada de los trabajos fue alargado uno de los brazos de la cruz, que así resultó latina.

Se halla precedido de una vasta plaza en óvalo, de doscientos cuarenta metros de ancho limitada por dos columnatas de cuatro columnas de frente, de orden dórico, obra de Bernini; a continuación del óvalo y hacia la fachada, prosigue un atrio de forma trapezoidal que contiene las gradas que conducen al pórtico.

El templo ocupa una superficie de veintiún mil metros cuadrados, la fachada pasa los ciento doce de ancho y los cuarenta y cuatro de altura.

La decoración se resuelve en un orden colosal que remata en una balaustrada con estatuas; sobre la planta cuadrada, donde se encuentran la nave principal y el crucero, se levanta la gigantesca cúpula, con doble estructura, interior y exterior.

Gran riqueza de estatuas, tumbas, mosaicos, puertas de bronce y otros valores artísticos complementan la riqueza de este edificio, dotado de tres naves y capillas laterales.

Pero los elementos decorativos más impresionantes los constituyen, en el interior, el llamado baldaquín de Bernini, situado bajo la cúpula, con cuatro altas columnas salomónicas, es decir, con fustes en tirabuzón, cuya altura alcanza los veintinueve metros y el peso excede las 700 toneladas; y en el exterior, dos grandes fuentes a los lados del óvalo de la plaza, y en el centro un obelisco de procedencia egipcia que antiguamente formaba parte del circo de Nerón. Este obelisco, que con su pedestal alcanza los cuarenta metros de elevación, fue instalado en su actual emplazamiento durante el reinado de Sixto V; los trabajos fueron conducidos por el arquitecto Fontana.