Infancia y adolescencia de Leonardo Da Vinci


Hijo de un abogado de Florencia, Leonardo nació en Vinci, aldea de los alrededores de dicha ciudad, en 1452, en pleno predominio del Renacimiento. Aprendió las primeras letras en la casa paterna, destacándose enseguida entre los niños de su edad por su viva inteligencia. Aunque no tardó en dominar las matemáticas y la música, se dedicó a la pintura y al dibujo, que lo atraían vocacionalmente. A los dieciocho años de edad ingresó en el taller de Andrés Verrocchio, donde conoció otros discípulos quienes, como él, habían de entrar en la inmortalidad, como Sandro Botticelli y el Perugino, futuro maestro de Rafael.

Sabido es que el Verrocchio fue a su vez discípulo favorito de Donatello. Pintor y escultor, se destacó, además, en trabajos realizados para la puerta de la sacristía de la catedral de Florencia por encargo de Lucas della Robbia. Como escultor nos legó un pequeño David y, sobre todo, su maravillosa estatua ecuestre de Colleoni, en Venecia, que dejó inconclusa. Como pintor realizó una abundante obra, de la que nos queda El bautismo de Jesús, en la que Leonardo participó como colaborador, con arte y habilidad que igualaron a las del maestro. Tornándose pronto más sabio que él y disconforme con el trabajo que realizaba en su taller, comenzó a sugerirle nuevas ideas. A los veinte años formaba parte de una sociedad autónoma de artistas de Florencia, con lo que Leonardo demostró que podía independizarse de la tutela del maestro. Por entonces había ejecutado ya trabajos de mármol y terracota, así como también diversas pinturas y cartones para tapices. De tales obras existen referencias entusiastas de sus contemporáneos; pero nada ha quedado de ellas. Afianzado su prestigio como artista y como hombre de ciencia, sus servicios fueron solicitados por los grandes de Florencia, hasta que se apoderó de él una fuerte pasión por los viajes, que lo llevaron en primer lugar hasta Egipto, donde prestó servicios de ingeniería al sultán de El Cairo.

A los treinta años había recorrido gran parte de Oriente dedicando su tiempo a diferentes ocupaciones. Al cabo de dos años regresó a su patria y poco después pasó al servicio de Ludovico Sforza, el Moro, duque de Milán, iniciándose así una nueva etapa en su vida artística y científica.