El estilo sublime de las obras de Fidias sella su inmortalidad


La fama de estos dos maestros de la escultura fue eclipsada por la que alcanzó otro contemporáneo, Fidias, que había nacido entre los años 490 y 485 antes de Cristo.

Fidias empezó su labor artística como pintor del taller de Polignoto; pero, habiendo sido designado para dirigir la reconstrucción de Atenas, se dedicó de lleno a la escultura, que llevó a su culminación. Frente a la temática de Mirón y Policleto, él se dedicó con preferencia a esculpir grandes divinidades. Su obra representa la suprema realización del ideal ático, que podemos resumir en la concepción espiritual del tema, el sentido de la belleza y la suprema perfección de la técnica.

Pausanias nos ha dejado una descripción maravillosa de sus principales obras, todas ellas de proporciones colosales. Las dos más famosas son el Zeas de Olimpia y la Atenea del Partenón,: ambas crisoelefantinas, es decir realizadas en oro y marfil sobre un soporte de madera.

El Zeus era de proporciones gigantescas, pues sobrepasaba siete veces la altura normal de un hombre. Por la perfección de sus líneas y la belleza de su concepción, fue considerada una dé las Siete Maravillas del Mundo. Representaba al dios sedente en un gran trono de oro, ciñendo corona de olivo, con la estatua de la Victoria sostenida por su mano derecha, mientras que la izquierda se apoyaba en el cetro, rematado en forma de águila con las alas desplegadas; tanto el trono como la vestidura del dios estaban recubiertos con gemas preciosas y hermosos bajorrelieves. Actualmente sólo nos queda la reproducción de su efigie en monedas de la época. Se dice que cuando Fidias hubo terminado su obra, Zeus lanzó un rayo sobre el templo, en señal de aprobación. Cuenta la leyenda, además, que cuando el emperador romano Calígula quiso transportarla de Olimpia al Capitolio de Roma, los operarios que habían ido a buscarla fueron ahuyentados durante mucho tiempo con truenos ensordecedores que resonaban dentro del templo; con gran temor lograron finalmente bajarla del pedestal y transportarla a la nave que debía conducirla a Roma, pero en el trayecto una tempestad hizo naufragar la embarcación y la estatua se hundió en el mar.

Para completar el estudio de Fidias conviene recordar sus hermosos bajos relieves en los frisos del Partenón,. y también la estatua de la diosa Atenea en la acrópolis de Atenas. Tanto ésta de Atenea como la de Zeus infundían una sensación de temor, por su colosal tamaño y majestuosidad, cualidades que permitieron calificar de sublime el estilo de Fidias, tanto por eso cuanto por el grado excelso de armonía que emana de sus estatuas.