Continuadores de la edad de oro: Praxiteles, Escopas y Lisipo


Pujante el siglo iv antes de Cristo, después de la corta supremacía de Esparta y el breve predominio de Tebas, Macedonia empezó a sobresalir en el panorama del mundo antiguo. Filipo II, con anterioridad, y luego su hijo, Alejandro Magno, se destacaron tanto por sus campañas militares, como por el nuevo impulso que dieron a las artes. Bajo la protección de ambos monarcas, las manifestaciones artísticas brillaron con renovado esplendor.

La escultura de esa época se concentró en torno de tres grandes nombres: Praxiteles, Escopas y Lisipo, a cuyo alrededor giraron otros de menos significación, como Silanion, Eufránor, Timoteo, Briaxis y Leocares.

Al estilo sublime de Fidias siguió la nueva concepción de los escultores de esta época, que quisieron ofrecer figuras más humanas y más realistas. Praxiteles ha sido considerado el inspirador de este nuevo enfoque, que no reproduce más la grandeza divina de las obras de Fidias. porque lo sublime cedió paso a la gracia.

Praxiteles nació hacia el año 380 antes de Cristo, y su obra cubrió el final de dicho siglo y comienzos del siguiente. Felizmente, es de los pocos autores cuya obra ha llegado en parte hasta nosotros. De Praxiteles es la maravillosa estatua que conocemos con el nombre de Kermes Dionisóforo, que se conserva en el Museo de Olimpia y representa al dios con su hijo Dionisos en brazos. Hay en ella aún la fuerza tranquila y serena de la edad áurea, pero refleja, además, la gracia y el donaire del estilo de sus continuadores. Otra escultura de este artista es la Afrodita de Gnido, que presenta a la diosa en el momento de entrar en el mar, considerada no sólo como una de sus mejores obras, sino de toda la escultura griega. Una copia fiel de la maravillosa obra se conserva en el Museo del Vaticano.