El posromanticismo y la influencia wagneriana


A fines del siglo pasado y a comienzos del que corre se produjo una fuerte reacción antirromántica, que los imitadores de Wagner se encargaron de difundir por toda Europa.

Muchos de ellos se malograron sin dejar huellas siquiera de su paso; otros, en cambio, pudieron adaptar dicha influencia a nuevas normas o nuevas técnicas, y se salvaron. Ricardo Strauss (1864-1949), por ejemplo, al principio dejó entrever abiertamente la influencia del maestro, pero luego, como Verdi, volviendo sus miradas al pasado, abrevó en las fuentes de Mozart para ofrecernos un neoclasicismo pleno de sugerencias. Junto a Strauss, Juan Brahms (1833-1897), Hugo Wolff (1860-1903), Gustavo Mahler (1860-1911) y Max Reger (1873-1916) integran el conjunto más destacado del sinfonismo alemán.

En Italia la muerte de Verdi señaló un retroceso del arte musical, hasta que el verismo, emparentado con las corrientes literarias del realismo y el naturalismo, consiguió levantar de nuevo su nivel. Militaron en sus filas, entre otros, Amílcar Ponchielli (1834-1886), Ruggero Leoncavallo (1858-1919), Jacobo Puccini (1858-1924), Pedro Mascagni (1863-1945) y Humberto Giordano (1867-1948).

La corriente verista encontró franca acogida en Francia, donde el realismo musical se manifestó en compositores tales como Carlos Gounod (1818-1893), Jorge Bizet (1838-1875), Julio Massenet (1842-1912) y Gustavo Charpentier (1860-1956).

El género sinfónico, que nunca fue abandonado, lo cultivaron Camilo Saint-Saéns (1835-1921), Eduardo Lalo (1823-1892) y el belga César Franck (1822-1890), expresión máxima del sinfonismo religioso de la época; junto a ellos, Ottorino Respighi (1879-1936), en Italia, compuso maravillosas páginas sinfónicas como Las Fuentes de Roma y Los pinos de Roma.