Los fundadores de la escuela flamenca y los libros iluminados


Junto a los pintores italianos, los pintores flamencos contribuyeron al desarrollo de las artes durante el período de transición entre el medievo y los tiempos modernos, que remató, como se sabe, en el Renacimiento o retorno al ideal clásico de los griegos y romanos.

Consideraremos como pintores flamencos a quienes tuvieron como patria de origen el antiguo reino de Flandes, lo que hoy constituye los Países Bajos y Bélgica.

Los primeros pintores flamencos tuvieron el apoyo de los reyes de Francia. Hacia el siglo xiv, Carlos V y su hijo, el duque de Berry, que fueron sinceros amantes de las artes, fomentaron todo movimiento que tendiera a favorecerlas. De ese modo los pintores flamencos llegaron a fundar, con los colegas franceses, un tipo de escuela muy particular.

A esta época pertenecen ciertos manuscritos ilustrados con hermosas miniaturas, letras iniciales adornadas y dibujos marginales, llamados libros iluminados. Fueron por lo general biblias, salmos, misales y libros de devoción. Uno de ellos, el Libro de las Horas, del duque de Berry, con ilustraciones de Paul Lombourg y sus hermanos, llegó a ser muy famoso. Años después, un artista francés, Fouquet, pintó más de cuarenta ilustraciones para otro libro de las horas de Sebastián Chevalier. La invención de !a imprenta significó el ocaso de este arte. La escuela de Flandes sufrió un proceso de evolución similar al de las primitivas escuelas italianas. Se ha discutido la prioridad de ambas, pero la verdad es que, antes o después, recibieron influencias recíprocas. Con todo, entre las escuelas italianas y la flamenca existen contrastes evidentes; en primer lugar, la diferencia de temperamento hizo que los flamencos se fijaran más en los hechos de la vida diaria, sin la imaginación exaltada de los italianos; el arte de los países mediterráneos se caracteriza, en cambio, por una nota de permanente idealismo. Otras diferencias fueron provocadas por la disparidad de clima y de régimen de vida, en ambos pueblos. Las ciudades italianas vivían bajo un cielo límpido y un sol radiante; los flamencos, por el contrario, respiraban aire frío y soportaban una atmósfera brumosa.