Los mayas dejaron huellas de su civilización


Al sur de México, extendidos por todo Yucatán, Guatemala y parte de Honduras, vivían en la época de la Conquista los maya-quichés, familia homogénea que, aunque de origen muy oscuro y antiguo no parecen haber sido los primeros pobladores del Yucatán, pues en excavaciones se hallaron restos antiquísimos de industria distinta de la que ellos dejaron. El calendario maya arranca de una fecha legendaria muy remota, 3.113 años antes de Jesucristo, pero más valor histórico tienen las fechas grabadas en las estelas conmemorativas que se hallaron cerca de los monumentos, como una, del año 328, que se halla en la ciudad de Uaxaxtun.

Alrededor del 630 se inicia la época de oro de los mayas, durante la cual las estelas se esculpen más bellamente, y los edificios son espléndidos, con dinteles labrados y escalinatas grandiosas. Hacia el siglo vii la ciudad de Palenque se constituye en centro religioso. Su arquitectura es la más bella de México, y sus estucos y modelados, grandes obras de arte. Más adelante toca a la ciudad de Copan la primacía, pero en el siglo ix decae. Le sucede Quiriguá, que no alcanza la importancia de las anteriores. En el siglo x se nota por todas partes la decadencia del arte maya. La laguna existente entre el año 900 y el 1500, lapso del que no se han descubierto estelas fechadas, se estudia mediante relatos recogidos por los españoles después de su llegada y en los libros anónimos escritos en lengua maya, denominados con el nombre genérico de Chilam Balam, al cual se agrega después el nombre de la aldea donde fueron escritos.

Después de un período oscuro de migraciones repetidas, los mayas se establecieron en Uxmal y luego en Chichén Itzá. En esta última ciudad, cuyas ruinas cubren casi ocho kilómetros cuadrados, se levantaron los más bellos edificios: el Caracol, el Templo de los Guerreros, el Juego de Pelota, el Castillo, la Casa de las Águilas, etc. De todos ellos, el que más nos sorprende es el estadio de juego de pelota. No es el único, lo que demuestra lo extendida que la práctica de ese juego se hallaba entre los mayas, pero sí es el mayor. Sus gradas daban cabida a 50.000 espectadores, y el campo de juego propiamente dicho mide 150 por 35 metros. La pelota no se podía tocar con los pies ni con las manos: sólo con las rodillas y las caderas. Los jugadores competían hasta caer agotados. El juego tenía carácter ritual.

Otros cuarenta grandes edificios dicen de la importancia de la capital maya en sus días de esplendoroso apogeo. Cuando llegaron los españoles, en el Yucatán sólo había ruinas, la cultura maya estaba completamente extinguida. Han sido ubicados los restos de más de cuarenta ciudades, perdidos en la selva impenetrable.

Hace unos diez años se descubrió en el corazón de la selva mexicana el lugar de origen y abrigo de los más importantes vestigios de pintura maya. Se trata de los frescos de Bonampak, que significa “Muros pintados”, nombre con el cual se designó un templo singular, decorado con pinturas consideradas las más bellas de América, Fueron realizadas alrededor de los siglos vii-viii, y constituyen una evocación del antiguo Imperio Maya.