La vida turbulenta y azarosa del general Don José Miguel Carrera

Don José Miguel Carrera era miembro de una familia distinguida y opulenta de Santiago. Muy joven todavía se hizo militar, y tuvo ocasión de distinguirse como oficial de uno de esos ejércitos improvisados que se batieron en España contra el poder de Napoleón.

Regresó a su país cuando sólo contaba veintisiete años de edad. Era en 1811, y comenzaba entonces la Revolución de la Independencia. Es verdad que muy pocos pensaban todavía en separar a Chile de España, idea que juzgaban demasiado atrevida.

Carrera era hombre mucho más resuelto. Gracias al prestigio de sus hazañas guerreras en España y a las relaciones de su poderosa familia, consiguió sublevar a la guarnición de Santiago, en favor de un gobierno más propicio a la independencia que el que entonces existía. Muy pronto, otra revuelta militar colocó al mismo Carrera a la cabeza del gobierno.

Entonces comenzó a hablarse en Chile con toda franqueza de separar para siempre al país del gobierno de España. Carrera auxilió enérgicamente esta opinión, hizo fundar el primer periódico que se haya publicado en Chile, y se dedicó sobre todo a preparar el ejército para el caso de que los españoles intentaran recobrar por la fuerza su antiguo poder.

Esto fue lo que sucedió. El virrey del Perú envió una expedición con el objeto de reconquistar a Chile, y Carrera tuvo que batirse al frente de sus improvisados batallones.

Por desgracia, los chilenos no supieron mantenerse unidos ante el peligro que los amenazaba. Carrera fue destituido del mando por sus adversarios políticos, que lo acusaban de incapacidad como militar, y don Bernardo O'Higgins fue elegido jefe del ejército. Pero el nuevo general no tuvo más fortuna que Carrera, y se vio obligado a firmar un tratado de paz, en que Chile reconocía su dependencia de la corona española.

Carrera se indignó ante este tratado; consiguió sublevar al ejército en contra de O'Higgins y se preparó para continuar la guerra. Cuando éste intentó recobrar por la fuerza el mando, fue vencido por Carrera. Mientras los patriotas se destrozaban así mutuamente, el ejército español maniobraba contra ellos.

Carrera y O'Higgins olvidaron entonces sus rivalidades y unieron sus fuerzas contra el enemigo común; pero el ejército patriota fue vencido y destrozado en la sangrienta batalla de Rancagua, en la que el heroísmo de O'Higgins electrizó a sus mismos enemigos; Chile entero cayó en manos de los españoles.

Carrera se dirigió entonces a Estados Unidos de América, con el objeto de conseguir armas y recursos para la causa de la Independencia. Sin dinero, ni relaciones en aquel país lejano, logró, sin embargo, equipar una flota con toda clase de pertrechos, y se vino con ella a Sudamérica.

Pero entretanto San Martín había formado en Mendoza el ejército que iba a libertar a Chile en Chacabuco y Maipú, en el cual participaban los chilenos exilados después de Rancagua, entre ellos O'Higgins.

Carrera pretendió desplazar a estos jefes, y una vez llegado a Buenos Aires, envió a sus dos hermanos a que se le adelantaran en el camino de Chile, con el objeto de preparar la revolución contra O'Higgins y San Martín. Pero ambos fueron detenidos y presos por las autoridades de Mendoza, sometidos a juicio y fusilados.

Al tener noticia del triste fin de sus hermanos, Carrera estuvo a punto de perder el juicio. Respirando sólo odio y venganza, en agosto de 1819 se trasladó al campamento de Ramírez en Entre Ríos, y se convirtió en aliado de los jefes federales. Participó en varias batallas que libraron éstos contra el gobierno de Buenos Aires, y cuando en noviembre de 1820 se concertó la paz, Carrera se internó en el desierto con un grupo de sus antiguos seguidores. Los indígenas de la pampa lo reconocieron por jefe, y al frente de ellos participó en malones que llevaron la muerte y la desolación a muchos pueblos. Con el propósito de acercarse a Chile, ocupó la ciudad de San Luis y cuando pretendía cruzar la cordillera fue derrotado en Punta del Médano; un grupo de sus propios secuaces lo aprisionó y entregó a los vencedores.

Sometido a proceso, al igual que sus hermanos, aquel que fuera un joven ilustre, el primero que en Chile había levantado la bandera gloriosa de la Independencia, terminó sus días en un patíbulo.

La posteridad ha olvidado con justicia los errores que pudo cometer don José Miguel Carrera, y sólo recuerda sus grandes servicios.