Clama Restrepo dramáticamente por la manumisión de los esclavos


De este sabio que dominaba las ciencias grecorromanas y cristianas, surgió también el libertador de los esclavos, y el primer grito escuchado en América contra el tráfico de hombres brotó angustioso de los labios de Restrepo. El dictador Juan del Corral, que a la sazón (1814) presidía el gobierno de Antioquia republicana, y Ulloa, su antiguo discípulo de Popayán, apoyaron entusiastamente el proyecto que, convertido en Ley de Antioquia, inmortalizó el nombre de sus autores. Restrepo vio realizadas sus ansias en el Congreso de Cúcuta (1821) cuando, de rodillas, invocó de la ilustre asamblea que confirmase la libertad de los esclavos, exclamando en su discurso: “¡Es un egoísmo criminal pretender para nosotros la libertad e independencia, si no la queremos dar a nuestros esclavos!” Ante estas palabras, el venerable anciano vio ponerse de pie, uno tras otro, a todos sus colegas, que con palabras ardientes prorrumpieron en bendiciones para tan generoso patricio y ofrecieron manumitir a todos los esclavos que aún conservaban como patrimonio de familia.

Sus grandes virtudes llevaron a Restrepo a ocupar los más eminentes y delicados puestos; fue ministro y presidente de la Alta Corte de Justicia, secretario del Interior y Relaciones Exteriores, magistrado de la Corte Suprema de Justicia, y ocupó lugar de honor en casi todos los congresos que se celebraron en su país.

Alternando con su misión de juez, el gobierno puso en sus manos la educación de la juventud. Como catedrático nuevamente del Colegio de San Bartolomé, como rector de la Universidad e inspector de instrucción pública, se captó la admiración de propios y extraños.

Su muerte, acaecida el 25 de septiembre de 1832, cuando había cumplido ya 72 años, señaló para Colombia la irreparable pérdida de una de sus más grandes glorias.