Los primeros brotes libertarios que estallaron en México


Al insurreccionarse las colonias inglesas en la América del Norte y obtener su independencia en 1776, mostraron a las demás colonias americanas el camino hacia la conquista de la libertad. Los criollos y mestizos de la Nueva España vieron fortalecidos sus afanes libertarios al estallar la Revolución Francesa, que transformó completamente el orden social, político y moral establecido en Europa; y cuando Napoleón invadió a España y puso en el trono a José Bonaparte en 1808, la repercusión de estos acontecimientos ocasionó en México graves perturbaciones provocadas por los grupos que pugnaban por lograr la independencia.

Mientras en España el pueblo se batía contra los invasores franceses, en México la inquietud criolla principiaba a dar forma definida a sus ideales revolucionarios y a planear la acción contra el régimen colonial. En la ciudad de Valladolid (hoy Morelia), se tramó la primera conspiración, pero por delación de algunos, los conjurados fueron aprehendidos pocos días antes de la fecha señalada. Sin embargo, las aspiraciones de independencia no decayeron y sus partidarios siguieron trabajando secretamente en la ciudad de Querétaro. Personajes tan ilustres como Hidalgo, Allende, Aldama y Abasólo, llevaban adelante los preparativos para la sublevación que debía proclamar la independencia el 1* de octubre de 1810; pero por denuncias anónimas la conjuración quedó descubierta. Precipitados los hechos por las circunstancias y dispuesto el pueblo mexicano a luchar por su liberación, en la mañana del 16 de setiembre de 1810, con el memorable Grito de Dolores, estalló el movimiento, encabezado por el cura don Miguel Hidalgo y Costilla, quien al frente de un ejército de voluntarios comenzó la campaña contra las autoridades españolas. Hidalgo luchó con denuedo extendiendo el ideal de la independencia por todo el centro de la Nueva España, a pesar de la enorme desigualdad que había entre sus tropas, improvisadas y mal equipadas, y la disciplinada organización de las fuerzas realistas.

Al cabo de diez meses de luchas, Hidalgo y Allende fueron hechos prisioneros y fusilados. Sus cabezas, con las de Aldama y Jiménez, permanecieron clavadas en picas y expuestas en la Alhóndiga de Granaditas, en la ciudad de Guanajuato, escenario de sus antiguos triunfos. Así, trágicamente, terminó la primera etapa de la revolución mexicana.

Pocos meses después de la ejecución de los primeros caudillos, los independientes volvieron a organizarse encabezados por José María Morelos; los representantes de todas las provincias insurgentes se reunieron en un Congreso en la ciudad de Chilpancingo, donde se redactó el Acta de Independencia, se formuló una Constitución política y se decretó la libertad de los esclavos. Los hechos de armas más notables en las luchas que sostuvo Morelos fueron el sitio de Cuautla y el ataque y la toma de Orizaba y Óaxaca. El gran caudillo fue hecho prisionero y fusilado el 22 de diciembre de 1815, pero aunque los realistas pensaron que este nuevo golpe desarraigaría las ideas revolucionarias, el anhelo de independencia subsistió, y a pesar de que los guerrilleros estaban dispersos y sin fuerzas para enfrentar a los ejércitos realistas, no dejaron de combatir en distintas partes del país, comandados por Vicente Guerrero, Guadalupe Victoria, Nicolás Bravo y el español Francisco Javier Mina, quien con fray Servando Teresa de Mier llegó a México procedente de Europa, al mando de una expedición, con el propósito de unir sus fuerzas a las de los revolucionarios mexicanos. Al ser aprehendido y fusilado Mina en 1817, Guerrero continuó el combate.