Las aguas mineromedicinales, un don del subsuelo peruano conocido por los incas


Más de ciento cincuenta estaciones termales en actividad dan idea de la extraordinaria abundancia de las aguas mineromedicinales en este país andino. Muchos de esos lugares son centros de turismo y recreo, al mismo tiempo que lugares de reposo y curación. Las más conocidas, tanto dentro como fuera del Perú, son las termas de Huacachina y La Guega, en lea; la más próxima a la capital peruana es la de Boza, sobre la Carretera Panamericana. En Cajamarca se hallan los famosos Baños del Inca, así llamados porque sus propiedades revitalizadoras eran ya apreciadas por los primitivos habitantes del país. Cuando Pizarro entró en la citada ciudad de la sierra, Atahualpa se hallaba allí; al principio los conquistadores atribuyeron a los indígenas la instalación de las surgentes calientes que el soberano utilizaba como baño, no sin antes mezclarlas con agua fría, ya que su temperatura es de casi 75 grados centígrados. Hoy se los conoce también como la Fuente de los Perolitos. Otras de relativa fama son las termas de Chancos, Churín, Jesús, Yura, Socosani, Moquegua y Tacna; muchas de ellas se recomiendan profesionalmente para las afecciones reumáticas. Las de Chancos constituyen un notable centro de atracción turística, pues se hallan en una región de extraordinaria belleza natural. Las aguas termales se aprovechan en una piscina tibia y en una cueva; surgen en estado gaseoso, por le- que constituyen algo semejante a un baño de vapor, harto eficaz para tratamientos terapéuticos.