El poeta José María Heredia, una de las voces más puras de la lírica


Nació en Santiago de Cuba en 1803. De familia acomodada, recibió una esmerada educación. Poeta de nacimiento, le fue fácil dar rienda suelta a su inspiración. A los ocho años podía traducir con propiedad francés y latín. A los diez años comenzó estudios de filosofía y escribió varias poesías del género lírico. Luego ingresó a la universidad de La Habana. Aunque era hijo de españoles, sus sentimientos patrios estaban dirigidos hacia el ideal cubano. Le tocó vivir en aquel período revolucionario de todo el orbe. Tras el triunfo de la Revolución Francesa, que proclamaba los derechos del hombre, los pueblos americanos independientes o peleando, agitada y vacilante España, germinando en Cuba la idea libertaria, Heredia siguió la corriente forzosa del medio ambiente y figuró en la famosa conspiración de los Soles y Rayos de Bolívar, denunciada al general Vives en 1823, año en que Heredia se recibió de abogado. Encontrado culpable de conspiración, fue desterrado de Cuba cuando apenas tenía 20 años. Marchó a Estados Unidos y luego pasó a México, a solicitud de su presidente, el general Guadalupe Victoria, donde prestó grandes servicios en los departamentos administrativos de esta nación. La mayor parte de su producción literaria fue realizada en México. A diez años de su partida, solicitó y le fue concedido un permiso de cuatro meses para visitar a su madre y hermanas residentes en Cuba. De vuelta a México, murió en la ciudad de Toluca, en 1839. Fue un literato universal que, sin duda por la circunstancia de haber pasado la segunda mitad de su vida en el destierro, llevó una existencia triste y sombría que reflejaba en el tinte melancólico de sus versos. Su oda Al Niágara, escrita durante su estancia en Estados Unidos, ha sido considerada su obra maestra y traducida a todos los idiomas. Entre sus numerosas composiciones líricas, merecen recordarse: Al Sol, Una Tempestad, A la Religión, A los Griegos y A la Inmortalidad.