Gabriela Mistral, espíritu selecto, conquistó para Chile un premio Nobel de literatura


El 10 de enero de 1957 el cable transmitía al mundo la infausta noticia de la muerte de una famosa poetisa chilena, ocurrida en Nueva York a los 68 años de edad. Se trataba de Gabriela Mistral, quien doce años antes, en 1945, alcanzara la más alta distinción que escritor alguno pueda ambicionar en el mundo: el Premio Nobel de Literatura.

Gabriela Mistral, cuyo nombre verdadero era Lucila Godoy Alcayaga, nació en el valle de Elqui, provincia de Coquimbo, el 7 de abril de 1889 y pasó su infancia en el campo, entre la soledad de la montaña, el rumor del viento y el golpear de las olas.

Hija de padres maestros, llevaba en la sangre su vocación de educadora; por eso no ha de extrañar que se iniciara como maestra rural, siendo una adolescente, en un pueblecito minero perdido entre las montañas. Tampoco ha de extrañar el que las puertas de su escuela no se cerraran jamás: de día atendía a los niños y de noche enseñaba a los rudos mineros que no sabían leer y escribir. Desde ese punto de partida recorrió todo el escalafón del magisterio y todo el mapa de Chile, enseñando siempre, entre los salitrales del norte como entre las nieves del sur, con la sonrisa en los labios y la dulzura en el corazón.

A la par de su labor de educadora se desenvuelve su obra literaria, gloria de Chile y de América.

En 1914 comienza su nombradla en Chile al ser premiados sus Sonetos a la Muerte, y en 1922 su fama se torna continental al aparecer Desolación, recopilación de sus poesías dispersas en diarios y revistas realizada por el Instituto de las Españas, con sede en Nueva York.

Viajó luego por México, Estados Unidos de América y Europa, y de regreso en Chile reanudó su labor educativa.

Jubilada en 1925, no dejó jamás de trabajar en pro de la paz y la educación. A principios del año siguiente recibió el nombramiento de representante del pensamiento de América en la Sociedad de las Naciones. Colaboró constantemente en diarios y revistas y pronunció numerosas conferencias en diversos círculos intelectuales, siempre al servicio de su apostolado educativo y de su ideal pacifista.

Gabriela Mistral recibió en vida gran número de honores y representó a su país y a otros de América en numerosos congresos, consejos e instituciones mundiales destinados al de bienestar humano.

Luego de recibir el premio Nobel, culminación de su carrera literaria, residió una temporada en México y después se radicó en Estados Unidos de América.

Gabriela Mistral dejó al morir dos obras inéditas, dos nuevos libros de poemas: Recado de Chile y la segunda parte de Lagar.